Después de tantos años, y observando mi propia vida y la de las demás mujeres que trato día a día en mi derrotero. Trataré de aclarar las peripecias que pasamos como consecuencia de la más grande injusticia por la que jamás soñé transitar.
Soy esposa de un militar preso político de Argentina, definición que encaja perfectamente con las características de su tratamiento, ya que les niegan a mí marido los derechos y garantías fundamentales de nuestra Constitución Nacional. La culpa de todo esto la tienen algunos títeres que gobiernan el mundo de la justicia, incapaces de cortar los hilos que los amarran al poder político, en realidad son ellos la cara visible de un plan sistemático de venganzas y enriquecimiento ilícito. (Hay mas de 900 presos políticos en nuestras cárceles y 102 muertos en cautiverio)
Un capítulo aparte y primordial es ese tratamiento que la “Justicia” da a estos hechos que ocurrieron hace tantos años y que a la distancia es imposible de juzgar con ecuanimidad, sin caer en la inevitable condena anunciada con anterioridad, sin valorar pruebas y con testigos que sin empacho muestran su falsedad y se arrogan el derecho a ser adalides de una venganza social, llegando a insultar nuestra dignidad cuando les es posible.
Soportan nuestros maridos prisiones preventivas eternas que llegan como en el caso del mio a mas de 5 años. ¿No es ésto una condena anticipada? ¡Qué horror, que manera de desbocar los caballos de la venganza! Quizá a alguna gente le entusiasma o le reconforta esta horrorosa desvergüenza. Quizá para poner a una sociedad en contra solo basta con echarles a las fieras un poco de carne. Pues nuestros jueces ya lo han hecho, y están prestos a condenar a más inocentes sin que se les mueva un pelo. Las consecuencias de esta nueva forma de terrorismo jurídico cargado de maldad y de sufrimientos no podrán ser restauradas ni por el mismo tiempo. Rechazo que a cualquier hombre se lo pueda tener entre rejas provisionalmente por mas del tiempo que marca la ley, pero encuentro todavía peor que se lo pueda encerrar por clamores del populacho o incluso por venganza o afanes persecutorios de algunos aparatos del poder.
Quien haya entrado a una cárcel sabe que a la sombra de sus muros se crían miedos, tristezas y sobresaltos, y resuena el cierre de sus puertas como las de un cementerio o un convento de clausura, es por eso que nos duele la injusticia al punto de sentirnos tan involucradas en la lucha por sus libertades, que ocupamos el día entero en ello.
Nosotras acompañando estos designios de quién sabe qué caprichoso destino, seguimos a nuestros maridos luchando como podemos, con la ayuda de Nuestro Señor y su Santísima Madre. Conseguimos así, hablar abiertamente del tema con muchísimas personalidades políticas, periodísticas y eclesiásticas, hombres y mujeres que entienden lo que nos pasa y que están dispuestos a ayudarnos esperando astutamente el momento justo. Mientras tanto nosotras seguiremos como hasta hoy, en una mansedumbre combativa…como bien lo calificara uno de nuestros interlocutores.
Estas causas, aparentemente perdidas, encierran un gran desafío, que para mí, al menos, puede justificar una vida entera.
María Inés Martínez Segón
Esposa de un Preso Político de Argentina
Bs As, Julio de 2010
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