jueves, 20 de noviembre de 2014

Editorial I

Al enemigo, ni justicia... ni derechos humanos

El maltrato a los presos de edad avanzada en CAUSAS vinculadas con la lucha contra la subversión es la manifestación más clara de haber trocado justicia por venganza
Se aproxima el fin de año. Aunque el tiempo de la Navidad debería invitar a la reflexión PERSONAL, la intimidad familiar y la compasión por el otro, la realidad es un torbellino que supera las mejores intenciones y las sepulta con sus exigencias laborales, brindis variados, planes veraniegos y promesas incumplidas, aunque siempre repetidas.
En este contexto: ¿quién sabe, quién piensa o quién muestra interés porque en la Argentina haya cientos de presos mayores de 70 años, algunos con casi 90 en cárceles comunes? Son parte de LOS 1800 detenidos bajo la acusación de haber cometido delitos de lesa humanidad durante la guerra antisubversiva QUE ocurrió en el país hace ya 40 años. Muchos de ellos, sin sentencia condenatoria. Ya han muerto 267 en cautiverio, entre los cuales se CUENTAN muchos casos atribuibles a desatención, abandono de persona o negligencia médica.
¿Valdrá la pena recordar que en nuestra legislación el principio de humanidad exige que las personas más vulnerables, como los adultos mayores, puedan cumplir la detención con prisión domiciliaria? ¿Y que puedan ser atendidos en HOSPITALES, si sufriesen problemas de salud, como habitualmente ocurre con personas de esa avanzada edad, y no en las colapsadas enfermerías u hospitales precarios de las cárceles que carecen de infraestructura, médicos gerontólogos y servicios esenciales?
En democracia es importante señalar la discriminación manifiestamente inconstitucional que sufren estos detenidos, que son discriminados entre la misma población carcelaria porque no rige para ellos como para los demás acusados penalmente y para presos comunes ni la presunción de inocencia, ni el principio de irretroactividad de la ley penal, así como no tienen el beneficio de la excarcelación, ni de la libertad condicional, ni de prisión domiciliaria sobre la base de su estado de salud. Ni siquiera se les otorgan salidas transitorias, como sí las tienen, por ejemplo, los miembros de Vatayón Militante. Tampoco pueden cursar carreras universitarias ante las objeciones planteadas por la UBA.
La declaración de inconstitucionalidad de las llamadas leyes de impunidad, en 2005, no implicó que las causas de lesa humanidad fueran eximidas de las garantías elementales de la legislación penal, como el debido proceso legal. Sin embargo, tratándose de militares o civiles que actuaron durante la dictadura militar, el gobierno kirchnerista no tuvo ni tiene interés por determinar la real autoría de los delitos, sino realizar con ellos un sacrificio simbólico en el altar del poder político, el que paradójicamente sirve de cortina de humo para ocultar los gravísimos casos de corrupción que tiñen la ACTUAL administración.
De esa manera, los procesamientos, prisiones preventivas y las condenas en la mayoría de los casos se han BASADO en pruebas amañadas, cuando no en ausencia total de pruebas, falsos testigos, hipótesis no comprobadas y causalidades remotas. Basta que jóvenes oficiales o suboficiales de las Fuerzas Armadas y de seguridad (para no excluir a los muchos que no son militares) hubiesen prestado servicios en una determinada unidad castrense para sindicarlos como autores de delitos contra la humanidad, sin probar su autoría. O, en el caso de civiles, ha bastado la mera portación de cargo, como ocurre con el ex ministro de Gobierno de la provincia de Buenos Aires Jaime Smart, que fue acusado de delitos en razón de su función, no obstante que la normativa legal vigente dictada durante el gobierno de ese entonces, lo excluía de toda participación en las cuestiones antisubversivas.
Su derecho a la legítima defensa también se encuentra comprometido dado QUE LOSacusados carecen de recursos para COSTEARSE abogados. Así, la defensa ha quedado mayoritariamente en manos de defensores oficiales, quienes no se atreven a confrontar el discurso kirchnerista, ni a interrogar a los testigos para no "victimizar a las víctimas", alineándose con los mismos fiscales, vinculados muchos de ellos con Justicia Legítima.
Pero la Justicia, para ser legítima, debe respetar el proceso legal y las garantías constitucionales. De lo contrario, es SÓLO otra puesta en escena tendiente a cumplir fines ideológicos y políticos. Y si los acusados se juzgan conforme a la ideología o a la política, la justicia deja de ser justicia y se convierte en instrumento del derecho "penal del enemigo" y la venganza.
La historia está llena de ejemplos de tribunales revolucionarios donde los imputados estaban condenados desde la primera audiencia y todos terminaron en crueles y estrepitosos fracasos. Recuérdese la etapa jacobina de la Revolución Francesa, CUANDO se decapitaron 2217 personas para consolidar el poder de Robespierre. Y los célebres "procesos de Moscú" durante la dictadura de Stalin.
El benévolo Ernesto "Che" Guevara, en cambio, firmó sentencias de muerte en los procesos sumarísimos de La Cabaña, donde se ejecutó a, por lo menos, 500 personas, sin que se le moviera un pelo. En los países del "socialismo del siglo XXI" se experimenta la "justicia de clase", donde la Justicia se quita la venda para que los magistrados dicten fallos conforme lo ordenan el partido y la revolución, como ocurre con los opositores al régimen bolivariano.
Tal vez sea oportuno señalar el inmenso contraste entre la situación de los militares y civiles que hoy sufren prisión, con los guerrilleros y la "maravillosa juventud" que luchaban "por la patria socialista", a quienes el ex presidente Juan Domingo Perón echó de la Plaza de Mayo y a quienes el Poder Ejecutivo ordenó "aniquilar" mediante cuatro decretos de 1975 ya olvidados. Fueron esos "jóvenes idealistas" quienes provocaron la caída del gobierno de María Estela Martínez de Perón y no la iniciativa militar. El morir por una CAUSA no significa que esa causa sea digna de morir por ella.
No obstante, quienes asesinaron y empujaron al vacío a un gobierno democrático fueron indultados y, muchos de ellos, indemnizados. Para no mencionar tampoco a los funcionarios civiles del gobierno peronista de aquel entonces, los firmantes de los citados decretos y los ejecutores de la "aniquilación" ordenada, que no han sido llamados ante los tribunales, ni por delitos de lesa humanidad, ni por crímenes de ninguna especie. Esta situación discriminatoria se acrecienta con la ley sancionada el año pasado por la cual muchos de los que participaron en acciones violentas percibirán una pensión vitalicia, en lo que se configura como un premio para quienes portaron las armas y agredieron a la sociedad.
El maltrato a LOS detenidos de edad avanzada demuestra una completa ausencia de dimensión humana y de comprensión de los valores en juego. Cuando llegan los últimos años, las personas pierden gradualmente la voluntad de vivir y comienzan a alejarse, lentamente, de los hechos cotidianos en una transición QUE merece un respeto distinto. Cada uno de los ancianos es un poco "todos los hombres". Poco les importa, en lo personal, la cárcel, el maltrato, la enfermedad y la muerte. Los que más sufren son los familiares de los detenidos en las condiciones mencionadas. Cada persona mayor en prisión, detenida en forma injustificada, procesada por un tribunal político, no sufre en sí misma esa privación de su libertad, sino que la decisión se dirige primordialmente contra su grupo familiar, ajeno a las acusaciones vertidas, pero directamente afectado por el castigo dispuesto por quienes encontraron en sus padres, sus hermanos o sus abuelos, una oportunidad de ganar aplausos y adhesiones políticas a través de sus sacrificios en el falso altar de los derechos humanos.
Con su estilo campechano, que refleja puro sentido común, sin necesidad de acudir a libros de ética, ni a tratados internacionales, en una actitud que muestra ausencia de resentimiento no obstante su pasado guerrillero, el presidente de Uruguay, José Mujica, se ha manifestado recientemente en igual sentido: "Mi postura de índole filosófica ya es conocida. Tener viejos mayores de 70 años presos no corresponde", dijo y continuó: "En otros países hay pena de muerte y, afortunadamente, aquí (en su país) no la hay. Algún día, la humanidad transitará caminos en cuanto a que tener un anciano preso no tiene sentido".
Europa sufrió dos guerras mundiales en la primera mitad del siglo XX con decenas de millones de muertos y países devastados. Menos de 30 años más tarde, los ex enemigos pasaron a ser formidables aliados y potencias económicas. Mantienen la memoria, pero no arman la vida de las sociedades mirando hacia atrás. La Argentina debe cerrar capítulos de su historia e INVERTIR la energía en construir el futuro, sin generar nuevas injusticias que, a la larga, serán cargadas a la cuenta de las próximas generaciones.

martes, 11 de noviembre de 2014

Un grupo de mujeres de Presos Políticos se hizo presente en el Cenáculo donde los obispos comenzaban la Conferencia Episcopal, para dialogar con ellos y entregarles la siguiente carta:


A SUS EXCELENCIAS REVERENDÍSIMAS MIEMBROS DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL ARGENTINA. 



              Con el alma turbada, pero luchando por no perder la Esperanza, en mi carácter de Presidente de la Asociación de Familiares y Amigos de Presos Políticos Argentinos (AFyAPPA), me dirijo a Ustedes en representación de los integrantes de esta Asociación.
              Nos dirigimos a ustedes, como representantes de nuestra Madre la Iglesia, para pedirles que consideren la posibilidad de tratar el tema de la “Guerra Revolucionaria” ocurrida en nuestro país en la década del 70, considerando especialmente a todas las víctimas de la lucha fraticida que dividió a los argentinos en aquella época, incluyendo en esta categoría a los más de mil ochocientos detenidos y procesados, por  juicios viciados desde su origen, donde la finalidad última no es hacer justicia, sino satisfacer la sed de venganza de uno de los sectores que participó en aquella contienda armada.
              Nuestra organización, como otras afines, en estos últimos años, en repetidas oportunidades ha mantenido entrevistas y entregado documentación, tanto a esa dirigencia Episcopal como a la anterior, y mantenido reuniones individuales con la mayoría de los Señores Obispos; saliendo de aquellos encuentros con renovada esperanza, sabiendo de antemano  que: “los tiempos de la Iglesia son lentos”; y que en algún momento, la luz del Espíritu Santo  los ayudará a trazar caminos de concordia y reconciliación en el cuerpo de nuestra sociedad.
              Han pasado ya 11 años desde que esto comenzara. De esos mil ochocientos presos ya murieron doscientos sesenta y cuatro, y miles de familias cristianas siguen sin tener a sus seres queridos en el seno de sus hogares, con una angustia creciente cada día que pasa, especialmente ahora, cuando nuestra Madre y Maestra, en quien tenemos asentadas nuestras últimas esperanzas, turba nuestro corazón con mensajes publicitarios y entrevistas, que, humildemente, percibimos parciales.
             
Nuestro Padre del cielo, más allá de las debilidades que oscurecen todo lo humano, bien sabe de mi religiosidad y de mis intentos por vivir una vida cristiana, de mi lucha como esposa y madre de siete hijos, también sabe que mi marido perdió su carrera por mi defensa del Obispo a quien la Iglesia designó para conducir el rebaño castrense. Creo que nadie puede dudar de mi persona sobre segundas intenciones para desprestigiar a la Iglesia Argentina, por lo que me siento con libertad y autoridad moral para hacer algunas reflexiones.

              La violencia de los 70 es ya un hecho viejo, con muchos errores y aciertos en el intento por darle una solución definitiva. Solución que deben encarar todos los estamentos de la sociedad, porque en la locura de los 70, todos fuimos culpables. Algunos por acción, otros por omisión. Algunos por encarar actos de violencia ilegal, otros, por alentarla, algunos por permitirla, muchos por mirar al costado, alentando en su interior, la esperanza de que otros le resuelvan el problema.
Sostener que en Argentina sólo existió un Demonio (las fuerzas del estado) es crear un chivo expiatorio para salvar las culpas ajenas. Lo mismo puede decirse de aquellos que sostienen la existencia de dos demonios. Si los malos fueron los guerrilleros y los militares, el resto de la sociedad puede seguir tranquila su vida aburguesada. Estas posiciones simplifican un problema complejo, con la única finalidad de lavar culpas de muchos actores que también tuvieron influencia preponderante en la guerra de los 70. Y creemos firmemente y con dolor, que la iglesia terrena no puede hacerse la distraída en temas que también la dividieron como al resto de la sociedad.
             
La Iglesia Argentina participó en los “dos bandos” en pugna; con las Fuerzas Armadas que intentaban defender a cualquier precio lo que en ese momento se llamaba la civilización occidental y cristiana;  y también con los movimientos armados que, tomando la imagen de un cristo guerrillero, querían instaurar el socialismo, combatiendo a sangre y fuego, a los representantes del imperialismo.
              Con las FFAA: obispos y capellanes brindaban homilías a los cuadros antes de los combates, arengando a las tropas con fragmentos de Santo Tomás y San Agustín. Impartían el Sacramento de la Eucaristía y de la Reconciliación, también consolaban a heridos y deudos. Su accionar y apoyo moral constituyó, sin ninguna duda, un gran incentivo, respaldo y aliento para los combatientes de la trinchera estatal.
              Con los guerrilleros: obispos y sacerdotes también tuvieron su compromiso incitando y adoctrinando con ideologías extremistas que justificaban el uso de la violencia para conseguir su objetivo de tomar el poder. A tal punto, que podemos afirmar que la Organización Político Militar Montoneros no habría existido, si los Sacerdotes para el Tercer Mundo no le hubieran dado el sustrato ideológico y la convicción espiritual para levantarse en armas contra el modelo político económico existente.
              Es por ello, que estamos convencidos de que sólo la Iglesia Católica Argentina puede movilizar las acciones necesarias en el Poder Ejecutivo, en el Poder Legislativo y en la CSJN para que todo esto concluya y se concrete la tan necesaria reconciliación nacional.
              ¿Por qué pedimos algo a la Iglesia que pareciera no se encuentra dentro de su ámbito?  Es simple: Porque la Iglesia Argentina ha sido, a lo largo de nuestra historia, un estamento poderoso en la germinación de nuestra identidad nacional,  alentando y corrigiendo, con su sabiduría infinita, las desviaciones de los gobernantes y ciudadanos. En 1810, 1816, 1853, 1955, 1976, 1983; jamás la Iglesia Argentina estuvo ausente. Siempre supo poner su granito de arena para encontrar soluciones a los grandes problemas nacionales
Está probado que cuando  la Conferencia Episcopal recientemente se pronunció sobre la problemática de la droga y la pobreza, causó un impacto y una reacción positiva, no sólo en las instancias gubernamentales, sino también en sociedad civil, haciendo tomar conciencia a la población de la gravedad de la situación. La Iglesia está viva, por sus venas circula la sangre de Cristo, y su mirada genera cambios que mejoran el clima social.
Sin embargo, algunas veces, miradas parciales y hemipléjicas de situaciones complejas, generan inquietud y desorientación en el corazón de muchos fieles. Días atrás, altas autoridades del episcopado nos sorprendieron con un mensaje más parecido a una “operación”, que a un mensaje de la Iglesia por la tan esperada reconciliación. Esto nos confunde y sentimos una gran desazón. A nuestro humilde criterio, estos mensajes, por su mirada parcial,  hacen que una parte del rebaño se sienta excluido. Y con dolor, tal vez por nuestras limitaciones, no entendemos las razones por las cuales Nuestra Madre y Maestra toma este camino oblicuo en un tema tan sensible.
Nos preguntamos: ¿Por qué no nos dieron nunca el mismo lugar? ¿Por qué la Iglesia no habla también públicamente de las violaciones a los derechos humanos que sufren a diario nuestros más de 1800 presos políticos? ¿No pertenecemos al mismo rebaño?.
No está mal que la Iglesia nos incentive a que contribuyamos a que algunas abuelas recuperen a sus nietos. Pero también les pedimos que pongan su sabiduría, su fortaleza y su coraje, para incentivar a los mismos fieles para que muchos nietos puedan recuperar a sus abuelos. Porque no tenemos ninguna duda, y creo que ustedes tampoco la tienen en el fondo de  sus conciencias, que la existencia de nuestros presos políticos también clama por una justicia con mayúscula, que muy pronto los devuelva a sus hogares.
Creemos que hay que terminar con la actitud “políticamente correcta”, demagógica e hipócrita del uso de los DDHH, que cada vez se profundiza más…silenciosa e insidiosamente.
Ustedes lo saben, lo conocen y han vivido este proceso, como dije anteriormente, seguramente con más precisión que muchos; son contemporáneos a los hechos y no escapa a vuestra Sabiduría la verdadera razón política, terrenal y especulativa por la que son perseguidos, enjuiciados y encarcelados los hombres que combatieron desde el estado.
La política actual de Derechos Humanos basada en la venganza sobre los cuadros inferiores de aquella época (hay soldados conscriptos y marineros presos, además de suboficiales, oficiales subalternos y civiles)  ha servido para construir un monumental foco de corrupción económico e ideológico, que estimula y acrecienta el clima de enfrentamiento, de intolerancia y de lucro, sobre todo de los jóvenes.
Por ello, los que en otro tiempo fueron “enemigos”, ahora también desean poner un ¡BASTA YA! a esta situación. Son pocos los que pudieron alzar su voz y decirlo, presionados por el mismo Gobierno. También sufren –en libertad- las consecuencias de esta mal llamada “Política de Estado”, cansados de revivir la “Guerra pasada” por el oportunismo gubernamental.

Prueba de esta realidad es que he venido a entrevistarme con Uds. en varias oportunidades, acompañada de ex-guerrilleras, que quieren terminar con este continuo prolongar aquella terrible Guerra.

Más allá de la ficción jurídica, vivimos en la Esperanza de que vuestra visión apostólica nos ayude, que el Espíritu Santo los ilumine para comprendernos y que se expidan con  virtuosa Justicia sobre lo expuesto.

Su Santidad ha dicho personalmente a visitantes nuestros a Roma, de su oración y ocupación de este problema; y su misión en la tierra no es contraria a nuestro pedido.
Por la Fe y la Caridad que emanan de la Iglesia Católica Argentina, son Ustedes los únicos que pueden cerrar este Capítulo y dar satisfacción a la Esperanza que nos sostiene.
Creemos, como humanos, que no hacerlo convalidará, homologará y permitirá que subsista la injusticia, con un poder Judicial no independiente, costumbre que marcará, para mal, nuestro futuro.

Reconciliarnos en Paz y seguir adelante es lo que queremos.

Ruego  a Dios los siga iluminando, que el Espíritu Santo derrame sus dones y frutos en la próxima Conferencia y no seamos dejados de lado una vez más, somos miles de Almas que sólo esperamos que esto concluya para siempre.

              La acción de SS Francisco y la de Ustedes, nuestros legítimos pastores,  constituye nuestra única ESPERANZA.         Los saludo en Nuestro Señor Jesucristo y su Santísima Madre, los más altos ejemplos y guías de lo que pedimos.

 María Cecilia Pando
Presidente de AFYAPPA