El 1 de junio, el mundo amaneció conmocionado. Un comando israelí atacó en aguas internacionales a una flota que llevaba ayuda humanitaria a la franja de Gaza. Varios muertos y algunos heridos fue el resultado de la contienda. El estado de Israel justificó el operativo acusando de terroristas a los miembros de la comitiva que intentaron romper el bloqueo comercial. El mundo islámico y buena parte de la comunidad internacional condenaron con dureza el operativo y exigieron explicaciones al estado presuntamente agresor. La verdad de los hechos continúa siendo un misterio. Como sucede siempre en los conflictos armados, la verdad es la primera de las víctimas.
¿Es agresor el estado de Israel que mediante un operativo militar intenta evitar que su enemigo armado reciba el apoyo logístico que le permita seguir operando contra él? o ¿Resultan acaso más responsables las autoridades de Gaza que en forma abierta o encubierta han permitido y alentado la formación de organizaciones armadas que no dudan en apelar al terror para imponer sus objetivos? ¿Las víctimas civiles de una contienda, son responsabilidad exclusiva de quien acciona materialmente contra ellas, o también tienen responsabilidad aquellos que encubren y protegen su accionar mimetizados con la población civil, ajena al conflicto?
Estas y muchas otras preguntas ponen de manifiesto las enormes dificultades existentes para tomar partido en el marco de una contienda bélica. Los hechos no se presentan con la claridad suficiente como para interpretar la situación en forma unívoca y los grises se imponen como consecuencia de las escalas de valores, los intereses y las posiciones ideológicas de cada analista.
Si estas dificultades intelectuales las sufrimos quienes estudiamos el conflicto a miles de kilómetros de los hechos, sentados cómodamente frente a una computadora ¿qué puede esperarse de los combatientes de ambos bandos, sujetos a presiones y emociones de todo tipo, completamente influenciados por el ambiente en cual desenvuelven sus actividades?
Por eso resulta natural que las críticas y condenas se lleven a cabo contra aquellos que tomaron la decisión de accionar militarmente contra la comitiva, ya sea esta de activistas, terroristas o de una combinación de ambos grupos humanos. Entre todas las críticas observadas, no se ha podido detectar ningún reclamo que exija el juicio y castigo a los oficiales, suboficiales y soldados que tuvieron a su cargo el desarrollo de la operación, y bajo cuyo poder de fuego perdieron la vida algunos seres humanos que conformaban el presunto apoyo humanitario.
Se pide con coherencia la destitución del primer ministro o se condena al régimen político establecido en Israel, pero ninguna voz seria ha exigido que sean sentados en el banquillo de los acusados los combatientes que tuvieron el deber y la obligación de entrar en operaciones en cumplimiento de sus funciones. Y a nadie que se precie de cordura se le ocurriría sostener que los integrantes del operativo analizado constituyeron una asociación ilícita con la finalidad de delinquir.
A esta coherencia intelectual, cabe contrastarla con lo que está sucediendo en este momento en nuestro país, en el que oficiales y suboficiales de las Fuerzas Armadas y de Seguridad son llevados a la justicia por acciones desarrolladas hace más de 30 años en el marco de un conflicto armado no internacional.
Si estuvieran en Argentina, los combatientes que participaron en el operativo contra el presunto barco de ayuda humanitaria no podrían vivir tranquilos. En el 2040, los activistas / terroristas sobrevivientes de aquella acción bélica, podrían acusarlos. Y ¿Será Justicia?
Atte: Lic Pedro Rafael Mercado
My (R) Ejército Argentino
DNI: 18046597
pedrorafaelmercado@yahoo.com.ar
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