La Semana Santa presenta una síntesis maravillosa de toda la dimensión humana. Para los creyentes, nada de lo que sucede en la tierra es ajeno a los ojos de Dios, que permite el sufrimiento de sus seres más queridos, para beneficio de toda la humanidad.
Todos admiramos y amamos a la Virgen María. Sin embargo ¡Cuántas lágrimas surcaron su rostro! Ella, la concebida sin mancha de pecado, tuvo que sufrir por nosotros. Y lo hizo con dignidad serena, sabiendo que su dolor servía para completar en su espíritu la redención del género humano.
Nuestro Señor nos ha enseñado que el camino de la Gloria es el sendero de la Cruz. No es posible llegar a la Pascua de Resurrección, sin pasar por el Calvario de la muerte. Y en estos días tan especiales, queremos invitar a nuestros familiares y amigos, que padecen la injusticia de la venganza, a que vuelvan su mirada a la Madre del Cielo. Y que en su ejemplo, encuentren la fortaleza necesaria para sobrellevar tanto sufrimiento.
Fue Jesús también un perseguido político. Su crucifixión y muerte fue el resultado del odio, el resentimiento y la mentira. El supo hacer de tanta maldad, el camino de nuestra salvación.
Pidamos a Dios que esta Semana Santa prepare nuestros corazones para que todos los sufrimientos sean ofrecidos con generosidad para completar en nuestro propio cuerpo los padecimientos de Cristo en la Cruz... y poder gozar junto a él la Gloria de su resurrección.
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