domingo, 8 de noviembre de 2009

¿Juicios Selectivos, Juicios Universales, o Pacificación Nacional?

Columna de Opinión perteneciente al Lic. Pedro Rafael Mercado

No cabe ninguna duda de que los derechos humanos y la violencia política de los 70 siguen despertando el interés de la opinión pública argentina. Basta observar cuáles notas son las más comentadas en las publicaciones digitales, para descubrir que estos temas siguen encendiendo polémicas a lo largo y a la lo ancho de la república.

En rigor de verdad, se ha avanzado mucho en esta temática. Ya no hay un pensamiento único. La historia oficial 2, que pretendió imponerse desde el año 1983, está en franco retroceso. La visión “progre” ya no goza de esa infalibilidad dogmática que le asignaba la cultura mediática de los 80 y los 90. Y esto resulta muy grato para la libertad de pensamiento y su consecuente libertad de expresión.

Porque las visiones en torno a los derechos humanos, tal cual los conocemos en el presente, no pertenecen a la esfera de las verdades reveladas. Ninguna organización gubernamental o no gubernamental puede adjudicarse la representatividad absoluta en esta materia. Porque a los intereses políticos y económicos que persiguen las distintas organizaciones, hay que sumarle las influencias ideológicas que subyacen en cada uno de los emprendimientos.

Con los matices propios de cualquier categorización humana, podemos simplificar las visiones en torno a este tema en dos grandes grupos, que en líneas generales coinciden con la visión político - ideológica que históricamente catalogamos como izquierda y derecha. Naturalmente hay excepciones que enriquecen estas visiones, pero a nuestro criterio, no alcanzan a deslegitimar nuestra clasificación general.

Comencemos por la visión de la denostada derecha. En líneas generales, los representantes de este pensamiento reclaman por la inexistencia de equidad en el tratamiento de los temas vinculados a los derechos humanos. Recalcan que mientras se persigue penalmente a los acusados por crímenes de lesa humanidad cometidos desde el aparato del estado, se deja impunes a los terroristas privados que intentaron imponernos por la violencia un modelo socialista de país. En el fondo de este pensamiento hay una simpatía o comprensión, abierta o encubierta, hacia los hombres que desde el estado, enfrentaron la acción del terrorismo criminal. Con sus matices, con las diferencias características de todo lo humano, en esta visión se privilegia una firme condena a la delincuencia terrorista, mientras se minimiza, en mayor o menor medida, las responsabilidades de los hombres de estado.

Por su parte, las organizaciones de derechos humanos que mantienen una concepción ideológica de izquierda (la inmensa mayoría de las existentes), poseen una posición diametralmente opuesta. Según esta visión, los llamados terroristas eran en realidad militantes sociales que intentaron construir una sociedad más justa, arriesgando sus propias vidas, frente a un poder económico concentrado, que de la mano de las fuerzas armadas y de seguridad, se dedicaron a exterminar a toda una generación de jóvenes valientes y generosos. Y ese terrible genocidio se habría producido para mantener los privilegios de clase de los poderosos. Por eso para esta concepción, la defensa de los derechos humanos implica necesariamente la condena de todos los que participaron del llamado terrorismo de estado, al tiempo que se reivindica, o por lo se menos de minimiza, la culpabilidad de los guerrilleros que se levantaron oportunamente en armas.

Dejando de lado las cuestiones jurídicas que acompañan este entramado, las dos posiciones planteadas resultan excluyentes entre si, en cuanto a la valoración histórica de lo acaecido en los 70. Cuanto más extrema sea la posición hacia la derecha o hacia la izquierda, más difícil resulta encontrar puntos de encuentro que permitan conciliar los antagonismos. Las corrientes más moderadas de ambas tendencias, sin convenir en la interpretación histórica, pueden llegar a converger en propugnar el procesamiento de todos los que protagonizaron lo que hoy se conoce como delitos de lesa humanidad, ya sea desde el estado o desde las autoproclamadas organizaciones político militares.

Sin embargo, las dos visiones, en sus versiones extremas o moderadas, desconocen en mayor o menor medida, la magnitud de la complejidad del conflicto sufrido en los 70. Las versiones extremas aplican selectivamente su criterio de justicia, buscando la condena exclusivamente del otro bando, el de aquellos que siguen siendo considerados sus enemigos políticos.

Las versiones moderadas, por su parte, mantienen un criterio selectivo de justicia, por cuanto, en su condena a los aparatos armados de ambos contendientes, terminan disculpando a los otros actores de la sociedad, que en mayor o menor medida, también fueron responsables de la tragedia, ya sea por sus acciones o por sus omisiones. Especialmente estas acepciones moderadas pecan inconcientemente de una visión lírica de la justicia, aplicando retroactivamente a los hechos pasados, los valores culturales, y consecuentemente los presupuestos jurídicos, que se aplican en el presente.

Mientras las variables extremas de las izquierdas y derechas son partícipes de la teoría de un único demonio, representado por la contraparte de sus simpatías ideológicas, las versiones moderadas se sienten identificadas con la teoría de los dos demonios, sosteniendo que ambos contendientes por igual, son responsables de haber cometido crímenes de lesa humanidad, y que por lo tanto deben comparecer ante la justicia.

Como decíamos con anterioridad, ninguna de estas visiones termina de comprender la magnitud de la tragedia sufrida, ni la complejidad del escenario político ideológico que se vivió en la décadas de los 60 y 70. Resulta muy fácil proyectar la culpa en uno o dos demonios. Resulta útil considerar que los únicos culpables fueron los militares… o que la responsabilidad toda debe pesar sobre los terroristas que se levantaron en armas contra el estado nacional. O que ambos contendientes fueron los únicos responsables de la tragedia.

¿Qué hizo la clase política en la década del 70? ¿Qué hicieron los distintos credos y religiones? ¿Cómo actuó el periodismo en sus distintas facetas? Porque a no dudarlo… la inmensa mayoría tomó parte en la lucha fraticida que dividió a los argentinos. Algunos en forma directa, otros en forma indirecta y los demás, a través de la indiferencia o el silencio cómplice.

Tiempo atrás, El Fiscal Jefe de la Corte Penal Internacional, Luis Moreno Ocampo, expresaba literalmente que todos los que apoyaron o apoyan a las organizaciones terroristas son cómplices de delitos de lesa humanidad. Y nos preguntamos… Cuando el diario Clarín de los 70 avalaba al Proceso de Reorganización Nacional ¿No estaba apoyando indirectamente al demonizado terrorismo de estado? Cuando Luis Duhalde desde la revista Militancia difundía los comunicados de las Organizaciones Terroristas ¿No estaba apoyando los crímenes de lesa humanidad cometidos por aquellas? Cuando Héctor Tímerman, desde el Diario la Tarde hacía una apología lírica del gobierno de Videla, ¿no estaba contribuyendo a darle legitimidad a un gobierno acusado de violentar los derechos humanos? Cuando algunas instancias de la Iglesia justificaban la violencia de abajo como respuesta a la violencia de arriba, ¿no se transformaban ellas mismas en apoyos indirectos al accionar del terrorismo?

Cuándo en mayo de 1973, la clase política toda liberó a los condenados y procesados por acciones terroristas, sin exigirles la entrega de las armas ¿No brindó un apoyo indirecto a los crímenes que posteriormente cometieron los mismos terroristas liberados? Cuando dirigentes peronistas de izquierda reivindicaban el accionar de las fuerzas guerrilleras o cuando dirigentes peronistas de derecha hacían lo propio con el trabajo de la Triple A ¿No eran todos cómplices de delitos de lesa humanidad? ¿Y qué decir de muchos dirigentes radicales que azuzaban a las fuerzas armadas para que tomaran el poder y salvaran a la patria de los revoltosos peronistas? ¿Alcanza la teoría de los dos demonios para explicar la magnitud de los desatinos sufridos en nuestra tierra o simplemente sirve para exculpar a muchos que también fueron responsables de la tragedia sufrida?.

Ya lo decía Shakespeare en El Mercader de Venecia: “Es fácil negarse a perdonar y reclamar justicia a ultranza cuando se juzgará a otros. La cosa cambia cuando los reclamantes pueden resultar a la vez, juzgados”. Y esta es la clave del porqué aspiramos a cerrar definitivamente las heridas del pasado, que sólo sirven para continuar la senda del odio y la confrontación.

Desde esta columna, seguimos sosteniendo el pensamiento del novelista Guillermo Martínez Funes en su libro "Nosotros el Terror”: "Pacificación y justicia son términos excluyentes. Cuando se puede hacer justicia no es necesaria la pacificación. Pero cuando la sociedad toda es responsable, la justicia ya no es posible y la pacificación es la única alternativa para prevenir una nueva tragedia".

Lic Pedro Rafael Mercado
My (R) del Ejército Argentino

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