martes, 29 de julio de 2008

18vo Homenaje a las Víctimas del Terrorismo

QUERIDOS AMIGOS:

Concretamos hoy el décimo octavo homenaje a las Víctimas del Terrorismo en esta histórica plaza. Y decimos con orgullo que seguimos firmes como el primer día.

Varias son las víctimas y pedazos de la historia que rescataremos en esta oportunidad. Hechos que contribuirán a que la verdadera historia ilumine tanta mentira instalada desde los focos del poder.

El 15 de julio del año 1974, en un intento por extorsionar al líder radical Ricardo Balbín, un comando montonero de las huestes de Firmenich y de Kunkel asesinaba de 32 balazos al Dr Arturo Mor Roig. Este importante dirigente de la Unión Cívica Radial había sido Concejal, senador Provincial en dos oportunidades y como Diputado Nacional había llegado a desempeñarse como Presidente de dicha Cámara.

Respecto a este homicidio diría el Diputado Pedrini: “Los que siguen empeñados en la guerra sabrán que una inmensa mayoría ha elegido el camino de la paz”. Y el Senador Juan Carlos Pugliese, respondiendo a las presuntas causas de este asesinato, destacaría: “Es que no existe razón, ni causa. Solamente odio. Odio por el triunfo de las mayorías argentinas, odio por las posibilidades pacíficas, odio, nada más que odio”. Las milicias montonera, festejaban cantando: Oy, Oy, Oy, que contento que estoy, aquí están los montoneros que mataron a Mor Roig.

Al día siguiente, la sangre de otro argentino mancharía la tapa de los diarios. Se trataba de David Kraiselburd, periodista director del Diario El Día de la ciudad de La Plata, que había sido secuestrado por otro comando montonero 21 días atrás. En oportunidad de que los terroristas fueran sorprendidos por una requisa policial, donde tenían secuestrado al periodista, sus captores lo asesinaron a sangre fría. Uno de los detenidos en el procedimiento fue un estudiante universitario de humanidades, integrante de la Juventud Universitaria Peronista, órgano de fachada de la organización terrorista montoneros.

El 14 de julio del año 1975 otro atentado terrorista terminaba con las vidas de Rubén Cartier, intendente de la ciudad de La Plata, y de Manuel Valverde, funcionario de dicho municipio. En esta guerra contra el pueblo argentino ningún sector se encontraba a salvo. Un comunicado de la Municipalidad, tal vez sin querer, daba una explicación del hecho: “el Intendente de la Plata hizo política y docencia, generó amistades y brindó permanentemente un mensaje de paz y de unidad nacional hacia todos los sectores”. Esa era la realidad: Al igual que en el presente de los Kirchner, el odio montonero no entendía de paz, de amistad, de reconciliación. Para ellos sólo existía la lógica de la confrontación y de la violencia.

El 25 de julio de 1975, a partir de las 19 horas, los jóvenes idealistas de las Milicias Montoneras lanzaron coordinadamente una serie de atentados como propaganda armada, en distintos puntos de Capital Federal y ciudades del interior. En Buenos Aires se disparó con un lanzacohetes contra la Comisaría 36, se realizaron barricadas en distintas calles, se incendiaron automóviles particulares, se arrojaron bombas molotov contra el diario La Nación y contra entidades bancarias. Finalmente también se hicieron disparos aislados contra los escaparates de algunos negocios de productos de alto nivel; una de aquellas balas terminó con la vida del comerciante Roberto Pérez, en la localidad de Lomas de Zamora. La revista Evita Montonera, reivindicando esa jornada llena de horror decía: “Las milicias montoneras tomaron la calle para golpear a la oligarquía, el imperialismo y a sus fuerzas represivas”. ¡¡¡Cuánta similitud con las declaraciones actuales de Néstor Kirchner, Luis D´Elía, o Guillermo Moreno!!! ¡¡¡Cuánto hemos retrocedido en nuestra querida Argentina!!!.

También el 25 de julio de 1975, la Revista Gente publicaba un valiente editorial, algunos de cuyos párrafos conviene rescatar del olvido:

“...Ahora la guerra está entre nosotros, en la sirena de los patrulleros,, en el vértigo de las autobombas, en el coraje sereno de la Brigada de Explosivos, en nuestro Ejército en Tucumán. Sentimos que nuestra forma de vivir... ha sido violada por la violencia...

Recapacitemos: no hay enfermedad que se cure si no se comienza por aceptar que se está realmente enfermo. Primero que nada debemos asumir nuestra realidad. Estamos en guerra y nadie nos salvará sino nosotros mismos... El peligro mayor no reside en el ataque del enemigo sino en nuestra pretensión de ignorarlo... el blanco de esta guerra no es el gobierno, ni una clase social, ni los militares, ni la universidad, ni los empresarios, ni los dirigentes obreros, ni las empresas extranjeras, sino el país en su conjunto. Por ello ésta es una guerra ideológica, porque a todos nos quieren imponen otro destino”.

Esa era la opinión pública mayoritaria en la década del 70. Eso dice la historia sin anteojeras ideológicas; y como dice la Editorial de La Nación del día de la fecha: “Ya no hay excusas para que sigamos demorando nuestro encuentro con la historia. El Bicentenario toca ya a nuestras puertas: salgamos a su encuentro”.

Muchas Gracias

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