QUERIDOS AMIGOS:
Concretamos hoy el décimo sexto homenaje a las Víctimas del Terrorismo en esta histórica plaza. Y seguimos firmes como el primer día. Concientes de que nadie podrá quitarnos el derecho de recordar a nuestros muertos. El derecho a difundir en voz alta esa parte de la historia que muchos prefieren olvidar y que otros apuestan a tergiversar con malicia.
Varias son las víctimas que recordaremos en esta oportunidad. Sindicalistas, militares, policías, políticos, estudiantes, empresarios... ningún sector social podía permanecer neutral en esta lucha. Entre los sindicalistas asesinados en este período podemos recordar a Augusto Timoteo Vandor, Aldo Romano, Alberto Armesto y Fidel Quiroz. Entre los empresarios podemos hacer lo propio con Luis Giovanelli, Osvaldo Trinidad, Horacio Zarracán y Oscar Belloso. El estudiante Félix Navazo también encontró la muerte en este período. Los policías Luis Rodríguez, Pedro Enrico, Carlos Galíndez y Bonifacio Ferreira también fueron víctimas del terrorismo demencial. De las Fuerzas Armadas debemos recordar especialmente al Coronel Juan Carlos Mendieta y al Mayor Antonio Servidio Romero. Era una guerra contra todo el pueblo argentino... de un lado el terrorismo autista, al frente la sociedad como un todo.
Por la importancia política de los hechos, destacaremos en forma especial dos hechos de este período.
El 12 de junio de 1976 le llegaría la muerte al Capitán de Corbeta Jorge Bigliardi, asesinado a sangre fría por un comando montonero que operaba en la zona de La Plata. El autor material de este crimen, al decir de la denuncia pública establecida en “Los Montoneros de su Majestad”, transcripta en el último número de la Revista B1, fue el actual embajador en España, Carlos Bettini.
Ese homicidio habría constituido el bautismo de sangre del “Soldado Emilio”, como era conocido en el ambiente de la “Orga” el actual miembro del servicio exterior. Uno de los cómplices de aquel asesinato fue un marino traidor, el Teniente de Fragata Jorge Devoto, también miembro de la organización terrorista montoneros, quien, en una quinta del actual embajador, habría entrenado al comando terrorista que tiempo después tuvo a su cargo el atentado contra la fragata Santísima Trinidad.
Como muestra de la injusticia de la memoria parcial, hoy una calle de la ciudad de La Plata lleva el nombre de Bettini, en homenaje a los montoneros de aquella familia, mientras que nada recuerda a la verdadera víctima, al capitán de Corbeta Jorge Bigliardi. Y en julio del año pasado, el marino traidor, cómplice de aquel asesinato, recibió un homenaje del propio Bettini, a bordo de la Fragata Libertad, en momentos en que aquel buque se encontraba en la madre patria.
El 18 de Junio de 1976, una bomba colocada bajo el colchón de su cama, terminaba con la vida del General de Brigada Angel Cardozo y destrozaba los sueños de toda una familia. La autora material, Ana María González, de 18 años de edad y miembro de la organización terrorista montoneros, aprovechó para el crimen el ser compañera de estudios de una hija del militar asesinado.
Con sangre fría que no entiende de arrepentimientos, relataba su hazaña: “El 17 de junio volví a entrar en la casa. A las 18:40 hs pedí permiso para ir al baño donde puse en marcha el mecanismo de tiempo de la bomba. Después entré en el dormitorio de los padres de María Graciela y la coloqué debajo de la cama, del lado que ocuparía el jefe de la policía. Pero al salir volví sobre mis pasos y la corrí un poco hasta ubicarla justo en el lugar donde apoyaría la cabeza, a ver si todavía fallaba”. A las 01:30 horas, el cuerpo del General Cardozo volaba en pedazos. Su esposa sufría heridas de gravedad y una de sus hijas recibía los efectos de la onda expansiva. En la operación fueron cómplices el padre, la madre y el hermano de la asesina... todos miembros de la organización terrorista Montoneros.
Con esa gente había que combatir. Camuflados como una familia normal, que estudiaba, trabajaba y compraba en el supermercado... pero en el fondo toda era una cobertura. Vivían para matar... esa era su consigna.
Tiempo después, la terrorista resulta herida en un enfrentamiento con efectivos del ejército, donde pierde la vida un soldado argentino identificado como Dimitri. Horas más tarde, la montonera muere en una Posta Sanitaria de la Organización. Los responsables ocultan su deceso, incineran el cuerpo y entierran las cenizas en un lugar desconocido.
Paradojas de una justicia tuerta. Como informa el Nro 10 de la Revista B1, la familia de Ana María González, soldado del ejército de Firmenich y de Kunkel, recibió una indemnización de 224 mil dólares por la desaparición de la terrorista, mientras que la familia del soldado DIMITRI, del glorioso Ejército Argentino, jamás recibió indemnización alguna.
Olvido a las víctimas y homenaje a los asesinos parece ser la consigna de este gobierno. Pero es público y notorio que el pueblo argentino está empezando a despertar. Y la historia está volviendo las cosas a su sitio. Hoy más que nunca el gobierno está sufriendo en carne propia la verdad de aquella frase: Se puede engañar a todos poco tiempo, se puede engañar a algunos todo el tiempo, pero no se puede engañar a todos todo el tiempo.
Muchas Gracias
Concretamos hoy el décimo sexto homenaje a las Víctimas del Terrorismo en esta histórica plaza. Y seguimos firmes como el primer día. Concientes de que nadie podrá quitarnos el derecho de recordar a nuestros muertos. El derecho a difundir en voz alta esa parte de la historia que muchos prefieren olvidar y que otros apuestan a tergiversar con malicia.
Varias son las víctimas que recordaremos en esta oportunidad. Sindicalistas, militares, policías, políticos, estudiantes, empresarios... ningún sector social podía permanecer neutral en esta lucha. Entre los sindicalistas asesinados en este período podemos recordar a Augusto Timoteo Vandor, Aldo Romano, Alberto Armesto y Fidel Quiroz. Entre los empresarios podemos hacer lo propio con Luis Giovanelli, Osvaldo Trinidad, Horacio Zarracán y Oscar Belloso. El estudiante Félix Navazo también encontró la muerte en este período. Los policías Luis Rodríguez, Pedro Enrico, Carlos Galíndez y Bonifacio Ferreira también fueron víctimas del terrorismo demencial. De las Fuerzas Armadas debemos recordar especialmente al Coronel Juan Carlos Mendieta y al Mayor Antonio Servidio Romero. Era una guerra contra todo el pueblo argentino... de un lado el terrorismo autista, al frente la sociedad como un todo.
Por la importancia política de los hechos, destacaremos en forma especial dos hechos de este período.
El 12 de junio de 1976 le llegaría la muerte al Capitán de Corbeta Jorge Bigliardi, asesinado a sangre fría por un comando montonero que operaba en la zona de La Plata. El autor material de este crimen, al decir de la denuncia pública establecida en “Los Montoneros de su Majestad”, transcripta en el último número de la Revista B1, fue el actual embajador en España, Carlos Bettini.
Ese homicidio habría constituido el bautismo de sangre del “Soldado Emilio”, como era conocido en el ambiente de la “Orga” el actual miembro del servicio exterior. Uno de los cómplices de aquel asesinato fue un marino traidor, el Teniente de Fragata Jorge Devoto, también miembro de la organización terrorista montoneros, quien, en una quinta del actual embajador, habría entrenado al comando terrorista que tiempo después tuvo a su cargo el atentado contra la fragata Santísima Trinidad.
Como muestra de la injusticia de la memoria parcial, hoy una calle de la ciudad de La Plata lleva el nombre de Bettini, en homenaje a los montoneros de aquella familia, mientras que nada recuerda a la verdadera víctima, al capitán de Corbeta Jorge Bigliardi. Y en julio del año pasado, el marino traidor, cómplice de aquel asesinato, recibió un homenaje del propio Bettini, a bordo de la Fragata Libertad, en momentos en que aquel buque se encontraba en la madre patria.
El 18 de Junio de 1976, una bomba colocada bajo el colchón de su cama, terminaba con la vida del General de Brigada Angel Cardozo y destrozaba los sueños de toda una familia. La autora material, Ana María González, de 18 años de edad y miembro de la organización terrorista montoneros, aprovechó para el crimen el ser compañera de estudios de una hija del militar asesinado.
Con sangre fría que no entiende de arrepentimientos, relataba su hazaña: “El 17 de junio volví a entrar en la casa. A las 18:40 hs pedí permiso para ir al baño donde puse en marcha el mecanismo de tiempo de la bomba. Después entré en el dormitorio de los padres de María Graciela y la coloqué debajo de la cama, del lado que ocuparía el jefe de la policía. Pero al salir volví sobre mis pasos y la corrí un poco hasta ubicarla justo en el lugar donde apoyaría la cabeza, a ver si todavía fallaba”. A las 01:30 horas, el cuerpo del General Cardozo volaba en pedazos. Su esposa sufría heridas de gravedad y una de sus hijas recibía los efectos de la onda expansiva. En la operación fueron cómplices el padre, la madre y el hermano de la asesina... todos miembros de la organización terrorista Montoneros.
Con esa gente había que combatir. Camuflados como una familia normal, que estudiaba, trabajaba y compraba en el supermercado... pero en el fondo toda era una cobertura. Vivían para matar... esa era su consigna.
Tiempo después, la terrorista resulta herida en un enfrentamiento con efectivos del ejército, donde pierde la vida un soldado argentino identificado como Dimitri. Horas más tarde, la montonera muere en una Posta Sanitaria de la Organización. Los responsables ocultan su deceso, incineran el cuerpo y entierran las cenizas en un lugar desconocido.
Paradojas de una justicia tuerta. Como informa el Nro 10 de la Revista B1, la familia de Ana María González, soldado del ejército de Firmenich y de Kunkel, recibió una indemnización de 224 mil dólares por la desaparición de la terrorista, mientras que la familia del soldado DIMITRI, del glorioso Ejército Argentino, jamás recibió indemnización alguna.
Olvido a las víctimas y homenaje a los asesinos parece ser la consigna de este gobierno. Pero es público y notorio que el pueblo argentino está empezando a despertar. Y la historia está volviendo las cosas a su sitio. Hoy más que nunca el gobierno está sufriendo en carne propia la verdad de aquella frase: Se puede engañar a todos poco tiempo, se puede engañar a algunos todo el tiempo, pero no se puede engañar a todos todo el tiempo.
Muchas Gracias
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