– 20 OCTUBRE, 2013PUBLICADO EN: EDITORIAL
siempre fue con respeto>>, ha dicho para el diario “Página 12”, y aclara: <
Luego de pasar 372 días secuestrado (“detenido”, según J. González) en una “cárcel del pueblo” – una celda subterránea disimulada en una casa de familia – Larrabure fue hallado sin vida y con claros signos de haber sido torturado y asesinado. Sus crueles secuestradores fueron los integrantes del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) Amorosa Brunet de González y sus padres Dardo Tosetto y Ruth González, hoy sorprendentemente recordados como víctimas en el Muro de la Memoria, en Buenos Aires. Todo pareciera indicar, incluso, que los familiares de estos terroristas habrían cobrado la indemnización que el Estado destina para las “víctimas de la represión” de la última Dictadura Militar.
No se trata de cargar tintas contra Josefina González, puesto que ella no tiene absolutamente ninguna responsabilidad al respecto del proceder delincuencial de sus padres, más bien es otra víctima de lo mismo. No obstante, “la Tana” (como se hace llamar justamente en “homenaje” a su padre) no manifiesta pudores al momento de incurrir en una retórica reivindicatoria del terrorismo subversivo que asoló nuestro país desde el año 1969 a poco más de 1979.

Quizás sea ella la que se privó de algunas lecturas al respecto. Dice que su familia “no tuvo la posibilidad de tener una defensa”. Sin embargo, el encargado de abolir esa defensa no fue tanto el Proceso Militar como el gobierno democrático de Héctor Cámpora, quien a poco de asumir anuló la Cámara Federal Penal, acaso el único organismo jurisprudencial con competencia para abarcar la tipificación de los delitos imputables, por caso, a los secuestradores de Larrabure. Vale aclarar que lo mismo se dio por influjo de las bandas terroristas de entonces. Es decir, fueron los propios padres de J. González quienes se encargaron de asegurarse que nadie los defienda, máxime si los jueces de dicha cámara fueron asesinados por la guerrilla o, por miedo a lo mismo, tuvieron que exiliarse.

<> , dice la “Tana” respecto de su madre, y la verdad que no habrá sido muy “cómodo” haber mantenido secuestrado un año entero al Coronel Larrabure.<> , señala, elevándola al olimpo de los mártires consagrados; lástima que por culpa suya no haya muchas personas que recuerden los ojos del Coronel Larrabure, quien falleció asesinado pesando 50 kilos menos y con 3,50 grados de alcohol en sangre (coma alcohólico), lo que torna ridícula la hipótesis del suicidio (amén de que lo mismo, por supuesto, no atenúa la gravedad del crimen, como pretende la feligresía progresista).
Es, pues, verdaderamente una pena que Ruth González haya desaparecido; ¿quién mejor que ella para contar cómo eran los ojos de Larrabure cuando entonaba el Himno Nacional mientras lo torturaban o cuando lo desmoralizaban con simulacros de fusilamiento? Menos mal, empero, que las víctimas del ERP fueron “bien tratadas” y contaban con “cigarrillos” – según cuenta Josefina “Tana” – para digerir el hecho de estar “detenidos” en cárceles subterráneas (¿por qué, para qué, con qué derecho?).
Qué opina Arturo Larrabure

También diría que los padres de Josefina González <> y que <> , aunque <> .
Conclusión
La candidatura a diputada por parte de Josefina González no debiera sorprendernos toda vez que desde el año 83 hasta la fecha ha ido ocurriendo una verdadera “terrorización” de todas las dependencias gubernamentales y políticas (tal como con Cámpora en el 73), en el sentido que los miembros de las facciones terroristas – derrotados en la guerra por las fuerzas legales – han conseguido otro medio para enquistarse en el poder. Si ellos llegaron, no debiera extrañarnos que sus hijos también lleguen.

Ella, a diferencia de los terroristas que ocupan cargos, no posee ningún crimen que limpiarse ni ninguna mentira que sostener. Por lo mismo es que no tiene ninguna obligación de negar un asesinato comprobado por la misma Corte Suprema de Justicia (que dictaminó que el Coronel Larrabure fue estrangulado – la candidata dice que se suicidó) ni mucho menos en llamar “detenidos” a quienes estuvieron secuestrados por terroristas en procura no sólo de exculpar a estos últimos sino – lo que es más grave – de legitimar un proceder criminal tipificado, nada menos, como de lesa humanidad.
Debiera Josefina aceptar la invitación al diálogo que le ofrece Arturo Larrabure y así demostrarle que ella, al igual que él, no es soldado de ninguna causa perdida sino estratega de un futuro exento de tristes resabios y odiosas venganzas. Si, como ha dicho, puede comprender “mejor que nadie” el hecho de crecer sin padres, pues miles de familias argentinas víctimas de la subversión estarían dispuestas a recibirla, escucharla y confiar en ella. La Fe de muchos argentinos estaría puesta en ese gesto de grandeza que tanta falta nos hace.