lunes, 19 de agosto de 2013

EUTANASIA EN EZEIZA Y MARCOS PAZ


La bioética, contemporánea disciplina de origen anglosajón que ha venido a reemplazar a la tradicional ética médica bajo el pretexto de ocuparse de los problemas planteados por los cambios científicos recientes, ha incorporado el inaceptable concepto de eutanasia. Bajo el pretexto de ahorrar sufrimientos a los enfermos terminales y a sus familias, se quiere así definir a la “buena muerte” administrada por los profesionales de la salud, actitud que viola el principal deber médico de conservar la vida.

Más allá de su valoración moral, la eutanasia se divide en activa o pasiva. En el primer caso, los profesionales obran directamente administrando medidas que acaben con la vida; en el segundo, dejan de llevar a cabo los tratamientos que la prolongarían con la idea de que la vida así conservada no es útil. Esto último, fuera de todo marco legal regulatorio, es lo que se está llevando a cabo con los presos políticos llamados “de lesa humanidad” actuando, aquí sí, con olvido de toda conducta humanitaria ante enfermos que de ningún modo son terminales.

Sobre la base de 34 historias clínicas voluntariamente completadas por miembros de las fuerzas armadas y de seguridad presos en los penales de Ezeiza y Marcos Paz, se ha podido determinar que ese conjunto de enfermos con 71,3 años como promedio de edad sufre de patologías severas en la siguiente proporción:
Enfermedad coronaria 55%
Hipertensión arterial 55%
Enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) 29%
Accidentes cerebro-vasculares 23%
Diabetes 19%

Cabe agregar que el 100% de los estudiados presenta uno o más factores de riesgo cardiovascular.
Pero a la situación de alto riesgo de esta población añosa que, por definición, debería tener prisión domiciliaria para poder ser tratada, viene ahora a sumarse el daño que se le provoca impidiéndole atenderse en los hospitales de complejidad adecuada, propios de  las armas en las que han servido. Porque, en efecto, el ensañamiento de las autoridades ha decidido castigar a los presos, en lugar de sancionar a los guardias incompetentes que no fueron capaces de evitar la huida de dos reclusos descuidados.

Con inocultable conocimiento de la mentira que proponen, los carceleros obligan a estos prisioneros envejecidos a ser vistos en el pseudo-hospital de la cárcel de Ezeiza (una sucesión de habitaciones vacías que sólo tienen de establecimiento sanitario los carteles de las puertas) o en la infradotada enfermería de la de Marcos Paz.

El resultado es que, sólo en esta última prisión, hay al menos 74 pacientes cuyos tratamientos han sido suspendidos. Entre ellos:

21 enfermos urológicos con, por lo menos, 3 cánceres de próstata diagnosticados.

20 enfermos con cardiopatías, predominantemente coronarias.

9   enfermos diabéticos que requieren control.

9   enfermos con afecciones ortopédicas o traumatológicas, sin rehabilitación adecuada.

3  enfermos con afecciones psiquiátricas.

2  enfermos neurológicos que no se rehabilitan.

10 enfermos con otras afecciones varias, entre las que predominan las respiratorias.

Por lo demás, si bien en este listado se enuncian las enfermedades principales, cabe señalar que se acompañan por una o más co-morbilidades en la casi totalidad de los casos.

Cualquiera de estas patologías provoca frecuentemente situaciones de urgencia que requieren rápido diagnóstico y eficaz evacuación a centros de suficiente complejidad. El hospital municipal de Marcos Paz que se designa como lugar de atención no es, ni con mucho, uno de ellos. Por lo demás, el sistema no cuenta con, ni hace funcionar, los debidos elementos de traslado.

La situación de eutanasia pasiva queda así indudablemente configurada. Las responsabilidades profesionales e institucionales emergentes son más que claras.

Dr: Hugo Esteva

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