Tal cual lo adelantamos, el Circo Romano continúa en funciones. Y las irregularidades no cesan. Todo pone en evidencia la parcialidad manifiesta del tribunal constituido. Todo se asemeja a lo sucedido hace 2000 años en la parodia de juicio contra Nuestro Señor. Están los pilatos, los herodes, los apóstoles temerosos, los enemigos declarados y el pueblo que mira sin llegar a interpretar la magnitud de la injusticia. Cuando interviene el odio, el drama de la humanidad sigue siendo el mismo.
El jueves 12 de julio, un nuevo acto de discriminación se vivió en la sala constituida para juzgar al Reverendo Padre Christian von Wernich. Mientras madres y abuelas de plaza de mayo, identificadas con la parte querellante, pudieron ingresar al estrado muñidas de su tradicional pañuelo blanco, con el nombre de las presuntas víctimas que ellas representan, a los a los que creemos en la inocencia del padre, no se nos permitió ingresar con la imagen de las víctimas del terrorismo marxista.
En efecto, para recordar a la audiencia la magnitud de la guerra que nos tocó vivir a los argentinos en la década del 70, ingresé a la sala con pequeñas fotografías adheridas a un abrigo, de algunas de las víctimas del odio revolucionario. Ibarzábal, Larrabure, Guillermina Cabrera Rojo y otos nombres olvidados de nuestra historia recibieron el cachetazo del tribunal platense. Su presencia y su recuerdo no eran bienvenidos, obligándome los jueces a entregar las fotografías si pretendía permanecer en el lugar.
El hecho me recordó a lo retratado por Página 12 el primer día del Juicio. Cuando un grupo de las madres del terror intentaba ingresar, un agente de policía dudaba de si debía o no pedirles el documentos como al resto de los mortales. Otro policía, un poco más "ilustrado" en estos menesteres, lo corrigió: "el documento o el pañuelo".
Al parecer, en nuestra Patria sigue habiendo ciudadanos y muertos de distinta categoría. Por lo visto, para la Justicia Argentina, la igualdad ante la ley sigue siendo un sueño inalcanzable.
María Cecilia Pando
Presidente AFyA PPA
El jueves 12 de julio, un nuevo acto de discriminación se vivió en la sala constituida para juzgar al Reverendo Padre Christian von Wernich. Mientras madres y abuelas de plaza de mayo, identificadas con la parte querellante, pudieron ingresar al estrado muñidas de su tradicional pañuelo blanco, con el nombre de las presuntas víctimas que ellas representan, a los a los que creemos en la inocencia del padre, no se nos permitió ingresar con la imagen de las víctimas del terrorismo marxista.
En efecto, para recordar a la audiencia la magnitud de la guerra que nos tocó vivir a los argentinos en la década del 70, ingresé a la sala con pequeñas fotografías adheridas a un abrigo, de algunas de las víctimas del odio revolucionario. Ibarzábal, Larrabure, Guillermina Cabrera Rojo y otos nombres olvidados de nuestra historia recibieron el cachetazo del tribunal platense. Su presencia y su recuerdo no eran bienvenidos, obligándome los jueces a entregar las fotografías si pretendía permanecer en el lugar.
El hecho me recordó a lo retratado por Página 12 el primer día del Juicio. Cuando un grupo de las madres del terror intentaba ingresar, un agente de policía dudaba de si debía o no pedirles el documentos como al resto de los mortales. Otro policía, un poco más "ilustrado" en estos menesteres, lo corrigió: "el documento o el pañuelo".
Al parecer, en nuestra Patria sigue habiendo ciudadanos y muertos de distinta categoría. Por lo visto, para la Justicia Argentina, la igualdad ante la ley sigue siendo un sueño inalcanzable.
María Cecilia Pando
Presidente AFyA PPA
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