Por fin llegó el día tan esperado. El 05 de octubre a las 18:30 hs la Plaza San Martín se vistió de fiesta para rendir un merecido homenaje a las Víctimas del Terrorismo en nuestra querida patria. Mucho se había trabajado. A puro pulmón, con la entrega y el sacrificio que requieren esas grandes causas, que están más allá de las mezquindades personales.
El tiempo parecía jugarnos una mala pasada. En un primer momento, el pesimismo se notaba en todos los que habíamos tenido algo que ver con la organización del acto. A medida que se acercaba la hora de inicio, la lluvia se hacía sentir con más fuerza. Todo presagiaba un fracaso en la convocatoria. También surgieron problemas técnicos. El agua no ayudaba y los imponderables hacían de las suyas.
Aquellos que teníamos FE, implorábamos al cielo que nos ayudara. Que dejara de llover, o por lo menos que aminorase un poco. Pero parecía que nuestras oraciones no llegaban a destino. A cada ruego, el cielo parecía responder con un incremento del caudal de agua.
Pero como sucede siempre en la vida, no siempre los planes de Dios coinciden con la corta visión de los hombres. Nuestro Padre había decidido que el mal tiempo era el marco más apropiado para acompañar a SUS víctimas. Y no se equivocó. Cuatro mil personas, imperturbables a las inclemencias del tiempo, permanecieron “de pie, como el quebracho”, dando una imagen imposible de registrar por las cámaras y las fotografías.
Una mirada un poco más profunda y poética de las cosas, nos hacía pensar que las gotas que caían representaban las lágrimas de las víctimas que, como dice la tapa de la última Revista B1, todavía no descansan en paz, porque sus victimarios se presentan hoy como adalides y portavoces de los derechos humanos.
Poco a poco el pueblo comenzó a llenar la plaza. Ninguna palabra mejor que pueblo para representar el tipo de público que asistía al acto. Y este fue para mí el mayor reconocimiento a las víctimas. Al lado de los tradicionales trajes y unidos en un mismo espíritu, sectores populares, con bombo e indumentaria de trabajadores, ocupaba su espacio entre el público.
Una anécdota pinta de cuerpo entero lo que estoy afirmando. Minutos antes del inicio, un policía me pregunta si conocía a un grupo de recicladores de residuos que quería participar del evento. Resulta que, para prevenir incidentes, la policía, con un impecable trabajo de seguridad, había impedido el pasaje a un grupo de personas, que en apariencia, no respondían a los estándares acostumbrados en Plaza San Martín. “Sra Pando, como le prometimos, acá estamos presentes, para acompañar a las víctimas del terrorismo”.
Su presencia me emocionaba, especialmente cuando recordaba una conversación mantenida con ellos días atrás. En su momento, cuando los representantes de este grupo nos hicieran llegar su intención de participar en el acto, les había ofrecido algún tipo de “ayuda” para que pudieran desplazarse hasta el centro. Y frente a tantos asalariados de la política, estas personas me respondieron: “Sra, no nos ofenda. Nosotros queremos acompañarlos por convicción, no vamos por el choripán”. ¡Qué ejemplo de dignidad!.
Y el acto dio comienzo. Como presentadores, participaron el Consejero Escolar Gabriel Miraz y Gabriela Caponetto, quienes hicieron una síntesis de la Guerra Revolucionaria sufrida en el país en la década del 70. Se completó este relato con la identificación de los principales funcionarios del presente, que en aquellos años habían apelado al terror para construir la patria socialista. La indignación del público se hizo evidente en este momento del acto, cuando los abucheos y los gritos de ASESINOS, resurgían en todos los sectores de la plaza.
Después del Himno Nacional y una breve invocación religiosa, la Señora Silvia Ibarzábal ocupó el centro del escenario. ¡Qué momento increíble! Los que tenemos la dicha de conocerla en la intimidad de su casa, no podíamos creer como se agigantaba la imagen de esta pequeña gran mujer.
“Los alambres que ataron a mi padre... la bomba que destrozó el comedor del Departamento de Policía Federal y a 24 de sus miembros... la bala que a sus tres años, asesinó a María Cristina Viola. El terrible calvario sufrido por el Tte. Cnl. Larrabure, las cárceles del pueblo, verdaderos centros de detención y tortura… la ametralladora que destrozó el cuerpo de Rucci... El ataque a La Tablada… ¿ACASO no existieron? ¿Fueron sólo aventuras de jóvenes idealistas?
…Quienes tenemos memoria de verdad y quienes vivimos y compartimos el sufrimiento y sacrificio de nuestros seres queridos, NO estamos dispuestos a permitir que se tergiverse la historia, y se mancille la honra y memoria de nuestros caídos.
…QUE LE QUEDE BIEN CLARO AL GOBIERNO Y A AQUELLOS CUYA AFINIDAD IDEOLOGICA LES NUBLA LA VISION OBJETIVA DE LOS HECHOS. Tendimos una mano abierta, y nos contestaron con odio y burlas. Si no quieren dar vuelta una página de la historia y mirar para adelante, entonces “también tenemos derecho” a hurgar en el pasado. No pedimos olvido; no perseguimos ventajas legales, ni buscamos esquilmar el tesoro de la Nación con indemnizaciones. Nosotros queremos TODA LA VERDAD, y la justicia necesaria e imprescindible para aquellos que se levantaron en armas contra la Nación Argentina, desde la clandestinidad y el vandalismo…
Sólo exigimos una Justicia igual para todos, con Magistrados de verdad, probos e independientes, QUE NO SE DOBLEN ante la presión del Poder Ejecutivo ni de las sedicentes organizaciones de derechos humanos hemipléjicas.- Justicia que sea esclava de la ley y que también alcance a aquellos jóvenes idealistas, muchos de ellos hoy encumbrados miembros del gobierno, que, habiendo integrado bandas terroristas se encargaron de iniciar ese accionar destructor, llevándolo a niveles de saña y crueldad nunca vistas en la historia argentina. Esos mismos que, beneficiados por una impunidad sin precedentes, hoy se adjudican el derecho de levantar el dedo acusador de su SELECTIVA política de derechos humanos.
…Sepan los terroristas de entonces, hoy cubiertos por la sombra del poder... que los damnificados directos de tanta maldad, no nos quedaremos callados y nos presentaremos ante el Poder Judicial reclamando la igualdad ante la ley que sabiamente pregona nuestra Constitución Nacional”.
Gracias, Silvia, por tu testimonio, por tu coraje, por tu fuerza.
Al término de este discurso, que llenaba los corazones de indignación e impotencia, se pasó un video que mostraba imágenes estremecedoras de la violencia demencial desatada por el terrorismo en los 70. Terminaba esta presentación con una acusación a los montoneros de haber participado directa o indirectamente en crímenes de lesa humanidad, que exigía la intervención de la justicia.
Las fotografías de Firmenich, Verbitsky, Luis Duhalde, Bonasso, Kunkel, Taiana, Miriam Lewin, Susana Sanz, Bettini y Urien, al lado de cuerpos destrozados por la soberbia montonera, ponían de manifiesto la responsabilidad de todos los miembros de esa organización por los crímenes cometidos por sus integrantes.
Después de unas breves palabras de Ana Lucioni, una de las organizadoras del evento, llegó el momento más emotivo de la jornada, con las palabras de la Sra Maby Picón, quien sufriera como nadie las atrocidades cometidas por el terrorismo. En efecto, estando embarazada de su tercera hija, los guerrilleros asesinaron a su marido, el capitán Humberto Viola, a su pequeña hija Cristina de tan sólo 3 años de edad, y dejaron gravemente herida a su pequeña Fernanda, que contaba en ese momento con 5 añitos.
Mientras las lágrimas del cielo se mezclaban con el llanto en la plaza, la voz de Maby Picón llegaba al corazón de los argentinos:
“Ya he sido presentada, soy Maby una ciudadana común a la que le tocó vivir hace casi treinta y tres años lo que estoy convencida no perderá vigencia. Algunos conocen mi historia, para aquellos que la ignoran les contaré que: el 1ro de Diciembre de 1974, bajo un ardiente sol en mi Tucumán natal, presencié el episodio más desdichado de mi vida.
Todo mi ser se sacudió ante un hecho cruel, espantosamente doloroso. Atentaron contra mi familia en un ataque inesperado y artero, terroristas del ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo) asesinaron a mi extinto esposo Capitán Humberto Antonio Viola y a mi hija Maria Cristina de tres años. María Fernanda, de solo 5 años, victima también de esas armas que mi gritos no lograban acallar, quedó tendida con un balazo en su cabeza, mientras yo, aterrorizada no atinaba a nada. En mi vientre con un embarazo de cinco meses, Luciana sufría tanto como su mamá.
En el año 2003 cuando creía que las heridas empezaban a cerrarse y que los argentinos caminábamos hacia un futuro en común sin odios ni rencores; el gobierno nacional nos enfrentó con acontecimientos que me produjeron un profundo disgusto.
…veo que la sociedad se ha vuelto a dividir arengada por un gobierno con las mismas ideologías de aquellos que atacaron a mi familia.
Hoy siento que quien comanda el nuevo ejército prefiere claudicar el honor y la dignidad de su investidura, antes que acompañarnos y aceptar la alternativa de verse integrando una lista de desocupados. “General Bendini, ¿Dónde se encontraba usted cuando la cruenta guerra de los años 70?… Hoy duele ver jóvenes oficiales cumplir órdenes que nada tienen que ver con su sentir. Es inexplicable que por presiones de sus superiores no puedan expresarse, no puedan acompañarnos a rendir homenaje a sus camaradas vistiendo sus uniformes.
…Me pregunto_ ¿Los asesinatos de Humberto y Cristina no se consideran de lesa humanidad? Todas las madres debemos tener los mismos derechos. Hemos sufrido por igual y vivido el mismo dolor. Debemos tener las mismas consideraciones, ser dignas de respeto por parte de quienes nos gobiernan. Las madres de las victimas de la subversión somos DISCRIMINADAS. Para el dolor y el sufrimiento no existen ideologías.
…Quiera el Señor que llegue el momento de poder caminar todos juntos. Seguro que esto sucederá cuando desde el gobierno terminen de alimentar el odio, el rencor y los resentimientos y se cuente por fin la historia completa ya que cuando no es total es doble mentira”…
Fue en este momento, cuando recibí el segundo signo de esperanza de la tarde. Como parte del pueblo, un joven de pelo corto, que se encontraba a mi lado, con una mirada que trasuntaba indignación me dijo: “Señora, yo soy un oficial del Ejército Argentino en actividad. Soy Teniente Primero. Le pido que por favor le haga llegar a la señora del capitán Viola que por las venas del ejército sigue corriendo la misma sangre que la de su ex marido. La opinión de algunos generales no es la opinión de la institución”. En ese momento le pregunté si no les habían prohibido concurrir al homenaje. Y con una sonrisa de complicidad, me dijo con orgullo, “el general Balza nos enseñó que las órdenes inmorales no se deben cumplir”. Lógica pura., ¿verdad, embajador?.
Minutos más tarde, mi esposo, mayor retirado de la misma institución, me contaba con alegría que había saludado a no menos de 20 oficiales en actividad y que había podido observar la presencia de muchos más que no se acercaron. Ya no cabía ninguna duda. Podrán reemplazar a los soldados traidores del pasado por los generales Bendini o Esteves del presente. Pero la estrella del soldado Luna seguirá marcando a fuego el corazón de las jóvenes generaciones del Ejército Argentino. Fracasaron con el Operativo Dorrego en el 73 y fracasará Nilda Garré en el presente.
Terminado el discurso de la señora Picón, llegó el momento de los agradecimientos y de la despedida, con un video que mostraba los rostros y los nombres de todas las víctimas del terrorismo vivido durante la Guerra Revolucionaria de los 70. Con lágrimas en los ojos y una fuerte convicción en el corazón, los que estuvimos en la plaza salimos fortalecidos.
En nombre de AFyAPPA, quiero agradecerles muy especialmente a la Asociación de Víctimas del Terrorismo en Argentina y a la Comisión de Homenaje Permanente a los Muertos por la Subversión (organizadores del evento) por los momentos vividos el pasado 5 de octubre en Plaza San Martín. Hago extensivo este agradecimiento a todas las entidades, asociaciones y personas, que humildemente, colaboraron directa o indirectamente para que todo saliera bien. A los que estuvieron presentes y a los que nos acompañaron a la distancia. A los medios que cubrieron el acto con objetividad y también a aquellos que intentaron ignorarnos. A las representaciones del interior del país… a todos, muchas gracias, por haber contribuido a concretar un justo homenaje a las víctimas del terrorismo en nuestra patria. Los que allí estuvimos, pasamos un momento inolvidable. A los que lo hicieron realidad… Muchas Gracias…
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