miércoles, 29 de mayo de 2013

Diálogo y reconciliación

Martes 28 de mayo de 2013 | Publicado en edición impresa "La Nación"
Un merecido homenaje al juez Jorge V. Quiroga, asesinado en 1974 por el ERP, vuelve a poner de manifiesto que no hay verdadera justicia sin ecuanimidad
Se ha cumplido el 39° aniversario del asesinato del juez Jorge V. Quiroga. La fecha será recordada hoy por el Colegio de Abogados de la Ciudad de Buenos Aires y ha habido referencias a ella en numerosos sitios de la red global. Estos justificados homenajes contrastan con la decisión tomada tiempo atrás por el presidente de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional, doctor Gustavo Bruzzone, cuando hizo retirar del edificio de ese tribunal una placa que recordaba al ex profesor de Derecho Penal y miembro de la Cámara Federal en lo Penal. Debemos recordar que esa Cámara fue disuelta tan pronto el doctor Héctor J. Cámpora asumió la presidencia de la Nación, en mayo de 1973. Quedaba así extinguido un cuerpo judicial competente para resolver en instancia única las cuestiones por actividades terroristas que se produjeran en cualquier parte del país.
Cuando los presos por causas vinculadas con esos delitos fueron liberados la noche de la asunción de Cámpora aun antes de que se les dictara una ley de amnistía, las principales figuras de los grupos subversivos retomaron en poco tiempo su actividad terrorista. Esta vez lo hicieron contra un gobierno constitucional y en nombre de las mismas abstracciones que los habían llevado a optar por la violencia para instalar al marxismo leninismo en el poder.
Los asesinos del juez Quiroga, integrantes de un comando del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), fueron detenidos y condenados a 18 años de prisión, luego liberados, y al final de esta lamentable historia de revanchas y desencuentros han pasado, como otros miembros de la violencia terrorista, a la categoría de jóvenes idealistas, pese a haber acribillado a balazos a un magistrado que no había titubeado, con aplicación de las leyes en vigor, en condenar los actos de terrorismo. Después de su asesinato, producido el 28 de abril de 1974 en la intersección de las calles Viamonte y Paraná, en la zona de Barrio Norte, por dos sujetos que se desplazaban en una motocicleta, no hubo, por lo menos hasta 1976, otras condenas judiciales que pusieran coto a la violencia subversiva.
Los trágicos años de los excesos represivos ilegales del Estado que siguieron desde esa fecha carecen en absoluto de justificación, tanto jurídica como moralmente. Pero cabe preguntarse si no fueron potenciados por la comprobación de que la sociedad argentina se encontraba con una Justicia desprotegida y atemorizada para actuar como lo habían hecho jueces del carácter de Jorge Quiroga, al tiempo que el terrorismo retornaba como si nada a sus andanzas tras haber quedado en libertad sus dirigentes.
Los terroristas tuvieron no una, sino dos leyes de amnistía en su favor. Quienes los combatieron, en nombre del decreto de "aniquilación" dispuesto por el gobierno de la presidenta Martínez de Perón, vieron, en cambio, derogadas las leyes de punto final y de obediencia debida, que implicaron una suerte de amnistía, y también los indultos dictados en su favor durante la presidencia de Carlos Menem.
La memoria de ciudadanos como el juez Quiroga debe obrar como un recordatorio de que no hay justicia sin ecuanimidad. Pero debe servir también como testimonio de tiempos que cabe superar para el bien común de la República, y no para el aprovechamiento faccioso de quienes sólo tomen en cuenta sus intereses políticos y materiales. Es hora de poner más atención en el persistente reclamo del Papa por el diálogo y la reconciliación de los argentinos, sin por eso dejar de lado la necesidad de una memoria integral y no parcial de nuestro trágico pasado..

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