viernes, 14 de marzo de 2008

Con ellos

Estoy con ellos porque los llevo en lo más profundo de mi alma. Ellos con su conducta en estas aciagas horas que vive la Patria, donde la venganza se ha convertido en una política de estado, fortalecieron en mí esos principios sencillos pero profundos que se maman desde chico. Fundamentalmente la lealtad.

Estoy con ellos porque los considero mis hermanos, sin osar creerme que soy como ellos. En todos estos años de acoso y maltrato, para ejemplo de los que los persiguen, ninguno de ellos escapó, ninguno de ellos fue a tomarse cómodas vacaciones a España, Francia o Suecia. En todos estos años de inquina y persecuciones no han conseguido los sicarios que los atormentan que ni uno solo de ellos venda a un camarada a cambio de libertad o comodidades. Imposible. La formación que han recibido, esa formación que hoy a toda costa intentan arrasar, creó hombres de una pieza. Además, ¿Cómo iban a hacerlo si seguramente se ahogaron en asco al ser testigos de cómo sus enemigos se negociaban entre ellos?

Tenían entre veintitrés y cuarenta y cinco años cuando fueron a luchar una guerra que ni querían ni estaban preparados para pelearla de la manera que el enemigo la planteaba porque sabían que no solo se iban a jugar la vida – lo cual era una contingencia de su profesión - sino también el alma. Pero la Patria lo demandó y allá fueron.


Algunos eran jefes. Los más, oficiales y suboficiales de las Fuerzas Armadas y de Seguridad. Intuían, sin duda, que la ingratitud sería el premio que tendrían, pero ese amor de locos que tenían – que tienen - por esta Tierra no les permitió medir los riesgos que cualquiera con menos hombría que ellos hubieran evitado.

Jamás presumieron de nada. Callada y silenciosamente cumplieron con su deber. Ese que la Patria exigía y nosotros desde nuestra comodidad demandábamos. Terminada la guerra, con sus convicciones incólumes, volvieron a sus cuarteles, sus naves, sus bases, sus escuadrones, sus comisarías. Con el alma en cicatriz y arrastrando mochilas cargadas de dolores que nunca conoceremos porque como hombres que son los han guardado en lo más profundo de su conciencia.

Estoy con ellos porque cada vez que los visito soy testigo de que la venganza va más allá de ellos. Si hay una posibilidad por ínfima que sea de fastidiar a sus familiares y amigos, si es posible hacer su vida en la cárcel más dura, siempre habrá alguien – juez, fiscal o alcahuete raso – que dé la orden pertinente.

Jamás levantaron la voz cuando el rencor los atacó, jamás le echaron en cara a nadie la ingratitud que hacia ellos hemos mostrado, pero jamás agacharon la cabeza cuando los que se olvidaron de ellos se unieron al coro infame de políticos, periodistas y hombres “de derecho” que los injurian diariamente tratando de hacerse “perdonar” las alabanzas que en su momento les prodigaron.
Estoy con ellos porque los “jefes” de sus respectivas fuerzas renegaron de ellos miserablemente, olvidando que eran camaradas, y algunos, hasta amigos. Y los abandonaron por la virtualidad de un mando que ni se atreven a ejercer ya que tiemblan frente a la mirada errática de cualquier payaso que les recuerda que ellos también pueden terminar enjuiciados.

Estoy con ellos porque me dan asco los jueces que pretenden condenarlos. Jueces que siempre se callaron la boca y que hoy - no tribunos togados sino lacayos de librea – están dispuestos a cualquier felonía para sobrevivir.

Ellos son los presos políticos de este gobierno. Gobierno que debe hacer buena letra no vaya a ser que alguna gárgola con un trapo blanco en la cabeza les recuerde que en plena guerra - cuando moría gente que alguna vez fue “cumpa” de ellos - los que hoy mandan nunca defendieron a un preso político, nunca presentaron un habeas corpus por un desaparecido y nunca, hasta no hace mucho, abrazaron a la madre de un muerto porque estaban ocupados haciendo sus fortunas con variados negocios.

Ellos son los presos políticos que llenan los penales federales. Si los que les debemos la libertad tuviéramos el mismo grado de decencia que ellos tienen de integridad aceptaríamos que ellos están presos por habernos evitado un destino de rehenes. Si tuviéramos solo una migaja del coraje de ellos, estaríamos gritando por su libertad.
¡Estoy con ellos!

JOSE LUIS MILIA
josemilia_686@hotmail.com

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