sábado, 15 de junio de 2013

"Cuando el Estado no es ético, sufren los que menos tienen" Por Rodrigo Duarte rduarte@infobae.com

Graciela Fernández Meijide habló con Infobae de su nuevo libro sobre violencia política en los 70 y criticó su reivindicación por parte de organizaciones cercanas al gobierno."Me preocupa más la reconciliación en el presente que en el pasado", afirmó
"Cuando el Estado no es ético, sufren los que menos tienen"
Crédito foto: Adrián Escandar
La ex secretaria de la Conadep y ministra de Desarrollo Social de Fernando de la Rúa Graciela Fernández Meijide asegura que le preocupa más que los argentinos "se reconcilien en el presente más que con el pasado", y defiende la controvertida idea de reducir las penas a los genocidas a cambio de información.
En diálogo con Infobae en su coqueto y sencillo departamento de Barrancas de Belgrano, la ex integrante de la Asamblea Permanente de los Derechos Humanos habló de su flamante libro Eran humanos, no héores, donde cuestiona la versión épica de la "juventud maravillosa" de la década del 70 promovida por el gobierno kirchnerista y agrupaciones afines, cuya reivindicación considera un "gravísimo error".
A casi un mes de la muerte del dictador Rafael Videla, responsable de la desaparición de su hijo Pablo a los 17 años, Meijide, quien le aseguró a Infobae que no tiene intención alguna de regresar a la política tras la fallida experiencia de la Alianza, califica a los Kirchner como advenedizos en la lucha por los derechos humanos, rescata las actitudes democráticas de ex guerilleros como los presidentes de Uruguay y Brasil José Mújica y Dilma Rousseff y critica la falta de ética en el Estado.

-Ya desde el título del libro es evidente su intención de desmitificar el relato hegemónico acerca de los jóvenes militantes en los 70 que han promovido los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner. ¿Por qué es contraproducente esa versión de la historia y por qué ha decidido enfrentarla ahora?
-Es contraproducente porque no se ata la verdad, y la verdad es de todos, no es patrimonio de un grupo militante o de un grupo gobernante, y mi intención con este libro era responder una pregunta que me hacía yo misma y que se hacía gente amiga: ¿cómo fue que nos pasó lo que nunca nos debió haber pasado en los 70? Pensar que una época en la que se mataba y se moría es una época para reivindicar hoy, a mí me parece un gravísimo error, y lo que sobre todo quisiera evitar, y lo siento como responsabilidad por toda la gente que sufrió y murió, es que aquellos que aparecieron como víctimas - razonablemente, porque habían sido motivo de los ataques de las represiones con garantía de impunidad para el represor- pasaron,  sin que se estudiara su historia, a ser héroes. Y las cosas no son así.
Nosotros vemos ahora como en Uruguay un tupamaro que está presidiendo el país (por José “Pepe” Mujica) se enfrentó a la sociedad cuando salió de la cárcel, y les dijo: “Nosotros nos equivocamos. Y la sociedad sufrió porque nosotros nos equivocamos. Ahora quiero hacer política con todos”. Y lo mismo está haciendo Dilma Rousseff en Brasil, que fue guerrillera dura y fue torturada. Igual en Chile, donde en el Partido de la Concertación se inscribieron muchos ex guerrilleros, que también abandonaron la lucha armada. Lucía Topolansky (senadora y mujer de José Mujica) dijo y yo la cito en el libro: “Nosotros nos equivocamos. En lugar de elegir el camino de la democracia, elegimos un atajo, y eso nos llevó a una dictadura peor”. Me parece que no reconocer esas cosas, no le hacen bien ni a la verdad histórica, ni a la juventud actual. Hay una frase de Karl Marx que dice la primera vez la historia es tragedia, y la segunda es farsa. Nosotros tuvimos tragedia, en un momento parecía un drama que se podía haber detenido en el 73 pero siguió como si no se pudiese parar y eso es la tragedia, con un destino ineluctable. Hoy tenemos una juventud a la que le dicen que está haciendo política porque va a los supermercados a controlar el precio del yogurt.
-¿Y cree que más allá de que es necesario rectificar esa versión porque falta a la verdad, considera que puede ser peligroso que se presenten como ejemplares a personas que distaron mucho de serlo, que esto podría desembocar en una nueva experiencia combativa?
-Yo descuento que no, que la Argentina hace rato se dio cuenta que “cuanto peor, peor”, y no como se creía antes, que “cuanto peor, mejor”, y que los argentinos quieren vivir en paz. Pero lo que quiero dejar en claro es que no hay muertes buenas y muertes malas, no es algo que sirva como ejemplo en un momento en el que elegimos el camino de la democracia. Hoy es tiempo de hacer política lo mejor que se pueda, y ojala la política que se decidiera a hacer tuviese más que ver mucho con conceptos morales. Yo no quiero parecer como ingenua, como moralista, pero se ha perdido mucho de lo que tiene que ver con la ética. Además de la cuestión republicana y las instituciones, la gente siente que cumplir la palabra, que trabajar honestamente, no tiene valor, y yo creo que es un error muy fuerte, sobre todo cuando el Estado no tiene ética, porque lo sufren los que menos tienen.
-Usted ha dicho muchas veces que no combatir la pobreza que existe en la Argentina también es atentar contra los derechos humanos,  específicamente los derechos sociales y económicos de las personas. ¿Por qué pareciese que el gobierno se preocupase más por los derechos humanos vinculados a la última dictadura militar que los de los ciudadanos en el presente?
-Porque fue un tema tomado, sin antecedentes anteriores, ya que ninguno de los dos presidentes, ni Néstor Kirchner o Cristina Kirchner, tienen ningún antecedente en ocuparse de derechos humanos fundamentales como la vida y la libertad cuando estos eran atacados. Yo creo fue algo que les sirvió para instalarse después de haber llegado al gobierno con muy poca votación y aparecieron como los dueños del tema, aun no siéndolos. La cuestión es que cuando estos derechos humanos fundamentales están garantizados, es decir que no se los agrade, ya tenemos que estar ocupándonos de los derechos sociales y económicos. ¿Por qué razón hoy hasta gente que tiene dificultad para ganar un sueldo decente prefiere mandar a su hijo hasta a la escuela parroquial antes que a la escuela pública?  Porque el Estado se despreocupó de la escuela pública. Y es cierto que se está invirtiendo un porcentaje del PBI más grande que en el pasado, pero se lo hace mal. Porque los resultados son maestros haciendo huelgas todos los días, chicos tomando escuelas, un bajo rendimiento escolar. Lo mismo en otras áreas. ¿Por qué la gente se afilia a una prepaga medica? Porque el hospital no está funcionando. Y eso es responsabilidad del Estado y de los estados provinciales. La falta de ética y de eficiencia en garantizar esos derechos, eso es lo que tenemos que corregir.
-Trabajó incansablemente como parte de la Conadep y la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, ¿qué siente cuando ve que el kirchnerismo ha monopolizado esa lucha y continúa utilizándola políticamente?
 -En general yo creo que cuanta más gente se convenza de que hay que respetar los derechos humanos, tanto mejor. El haber tenido, porque secuestraron a un hijo mío, que zambullirme en ese tema y trabajar fuertemente en la dictadura y después me hace desear que cada vez más gente entre en ese terreno.
Lo que me puede hacer desconfiar es que gente que nunca se había interesado llegue y diga “con nosotros aparecen los derechos humanos”. Lo cual no es cierto. Y en la historia de los países nada empieza con una nueva presidencia. Siempre hay algo antes. Mejor, peor, pero hay cosas que construyó la propia sociedad. Que se quieran adueñar de un tema, yo creo que es perjudicial. Primero porque no hay reconocimiento a quienes antes se ocuparon; segundo que se corta la historia, y la historia no es una foto fija, es una película, que se va desarrollando con quiebres, con avances, con retrocesos, pero siempre lo que pasa hoy, tiene que ver con lo que pasó ayer, y hay un riesgo, que yo siento estamos corriendo ahora, que es empeñarse en fijar el tema derechos humanos exclusivamente en el atrás, es como tener los ojos en la nuca, y cualquiera que esté gobernando en el presente su mayor obligación es pensar en el presente y el futuro.
 - ¿Y por qué cree que organizaciones como Abuelas y Madres de Plaza de Mayo, que han estado tan cerca del gobierno durante estos diez años, no han podido ver nada de lo que usted dice?
-Yo no sé por qué algunos organismos de derechos humanos se acercaron tanto al gobierno, lo puedo imaginar pero me parece que deberían ser ellos quienes dieran las explicaciones. Desde mi punto de vista, una ONG, es decir, una organización no gubernamental, precisamente lo que tiene que hacer es mantener la independencia para poder criticar libremente, para observar y señalarle errores a un gobierno , así sea democrático y vaya por buen camino. Poder decir: “miren, los Qom no tienen respetados sus derechos”, o “hay una gran cantidad de jóvenes que no trabajan y ni estudian que están casi condenados a engrosar el terrenos de la inseguridad”.
-Volviendo a su libro, usted allí analiza no solo como fue la transición democrática en Argentina, sino también en otros países de la región. ¿Cómo compara  nuestra experiencia con las de nuestros vecinos?
-Bueno, antes tanto en Brasil como Uruguay y Chile no habían habido experiencias de golpes a repetición como hubo en Argentina desde el 30 en adelante. Sí hubo golpes militares y represión, por supuesto, pero tal vez porque los focos los revolucionarios eran mucho más chicos, era más fácil abatirlos. Y cuando se sale a la democracia, ahí sí hay una diferencia grande entre nuestro país y el resto: los militares argentinos fueron los únicos que no pudieron retirarse sin poner condiciones de amnistía o no impunidad. ¿Por qué? Por Malvinas. Al emprender la aventura de Malvinas, y al ser derrotado nuestro país, tuvieron que retirarse sin poder negociar nada, cosa que si había sucedido en los otros países, donde no hubo juicios. Y acá en cambio el umbral de la democracia lo marcó la investigación que se hizo en la Conadep y el juicio a las junta. Acá hubo más justicia y verdad por parte de los damnificados, de parte de los militares prácticamente ninguna. El único que cuando ya estaban los indultos se animó a asumir los” vuelos de la muerte” fue (Adolfo) Scilingo y la respuesta que se le dio en España fue tan brutal, que ya no creo que vaya a aparecer ningún otro, a menos que se instrumenten formas de negociación de menos pena por información. Yo creo que los militares siguen teniendo información, que eso está, no se destruyó.
-Hace poco el gobernador de Córdoba José Manuel de la Sota propuso esa idea y fue duramente criticado por organismos de derechos humanos.
-Si, bueno, también me criticaron mucho a mí y a Claudio Tamburrini por lo mismo. Pero hay que ver quiénes son los que critican. Si lo hacen dos organismos de DDHH, tienen todo el derecho del mundo, pero no son el país. Yo no sé si a la gente común eso no le parece razonable.
 -Usted cierra el libro reconociendo responsabilidades de ambos lados, pero afirma que dichas responsabilidades no son equiparables. ¿Cuál sería entonces la solución para una reconciliación nacional, ya que la confrontación es algo a lo que nadie quiere volver pero a la vez la conciliación total no es posible, como usted lo admite al escribir que no puede pedir perdón en nombre de su hijo?
-Primero me gustaría señalar que en la Argentina bastantes personas que estuvieron en organizaciones armadas, o que las apoyaron, han hecho autocriticas, como por ejemplo Héctor Schmucler, Héctor Leis, que acaba de publicar un libro sobre el tema, Pilar Calveiro y hasta Juan Gelman de alguna manera. Lo que no ha habido es un reconocimiento desde las organizaciones, sobre todo de Montoneros, que todavía tiene una cúpula, de la de derrota. Y por lo tanto no ha habido una autocrítica oficial. Yo no sé si tampoco fue precisamente así en otros países, pero los hechos valieron de autocrítica. Yo disputo con Leis sobre este tema, porque él es muy duro consigo mismo y dice que hay igual responsabilidad entre las organizaciones armadas que mataban y las fuerzas armadas que mataban. Yo creo que no. Es cierto que desde los dos lados se mató y, como te dije, no hay muertes buenas. Sin embargo, las fuerzas armadas tenian todo el poder, tomaron el poder dicendo que iban a poner orden, que iban a reestablecer la democracia y las instituciones, y en realidad la persecución que hicieron y privilegiaron fue el secuestro, la tortura en el secuestro, la eliminación cuando se decidía, y el ocultamiento del cadáver. Y además por sobre todas las cosas se garantizaron la impunidad, no había juez que investigara. 

Y en el tema del perdón, o la reconciliación, con toda honestidad, después de toda la justicia que se hizo y se sigue haciendo, me preocupa mucho más la reconciliación en el presente, donde vuelve a aparecer el paradigma amigo/enemigo, y "al enemigo ni justicia", que la reconciliación por el pasado. Me preocupa mucho que no se admita que el que esta enfrente es un adversario y no un enemigo.

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