sábado, 29 de mayo de 2010

Una Mancha Negra en el Tedeum Metropolitano

El 26 de mayo, Santiago Fioriti, periodista de Clarín, escribía en dicho histórico medio: “Para muchos, la "mancha negra" de la ceremonia religiosa la aportó la presencia de Cecilia Pando, esposa de un ex militar y defensora confesa de los represores de la última dictadura militar”.

Antes de hablar de “los muchos” que percibieron a la “mancha negra”, cumplo en informarle al señor periodista que el ex militar sigue siendo tan militar como antes, como cualquier abogado o médico seguirá siendo médico o abogado a pesar de dedicarse a otra actividad en su vida.

Que esté retirado de la vida activa del Ejército Argentino no me priva del orgullo de seguir perteneciendo al cuerpo de oficiales de esta gloriosa institución. Demás está decir que mi separación del servicio activo fue por portación de cónyuge o por presunción de pensamiento, dos causales que supongo podrán calificarse como “manchas negras”, en el pensamiento blanquecino de este relator periodístico.

Pero volvamos a los “muchos” de este relato. ¿Podría nombrarme a algunos representantes de este muchos? ¿Eran dirigentes notables o parte del pueblo en general? ¿A cuántos realmente consultó? ¿A diez, a veinte, a cincuenta, a cien? ¿Sus muchos estaban en la Catedral Metropolitana, en la Basílica de Luján o en los pasillos de redacción del diario? ¿O acaso el adverbio de cantidad que usted utiliza constituye un eufemismo para expresar su propio pensamiento? Aunque más no sea por curiosidad, quisiera saber si en el “muchos” de su escrito está reflejada su propia opinión.

Me atrevo a hacer estas preguntas porque mi percepción personal, con algo de olfato periodístico por mi trabajo profesional, me llevan a conclusiones diametralmente opuestas. En la presencia de Cecilia en el Tedeum, pude apreciar muestras de afecto, saludos cordiales y apoyo incondicional a los valores y a la lucha que ella representa. No creo que mis percepciones sean superiores a las del amigo Santiago, pero creo que complementan un poco las observaciones que pudo tomar el periodista del prestigioso medio Clarín. En este tema, hubiera preferido la incisiva pluma del ex terrorista Horacio Verbitsky… él no se hubiera escudado en el “muchos”… Habría tenido la honestidad intelectual de decir con todas las letras lo que piensa él y su sector de Cecilia Pando.

Del fondo del escrito polémico se desprende un hálito que se corresponde plenamente con el mundo en blanco y negro que se intenta imponer desde el poder de turno. Hay opiniones buenas y opiniones malas, pensamientos blancos y manchas negras… amigos a ensalzar y enemigos a destruir, a cualquier costo.

A mi humilde entender, en lugar de expresar la verdad, Clarín apuesta a la teoría compensatoria. En el 76, el periódico conducido por la señora de Noble halagaba al gobierno de facto que había sacado del poder a la Señora de Perón. Los buenos militares venían a quitar del medio a los execrables terroristas. En los 2000 se monta al relato único que intenta imponer una visión de la historia sesgada de un nuevo maniqueísmo, donde en realidad, los buenos eran los terroristas que luchaban contra los malos militares que habían usurpado el poder. Claro, había que compensar. Si nos fuimos demasiado para un lado hoy tenemos que irnos demasiado para el otro. Y en esta teoría compensatoria, la verdad sigue siendo pisoteada… total a quién le importa.

Y así vamos a los tumbos, de un extremo al otro, siguiendo la ley del péndulo, aunque la realidad continúe desconocida. A decir verdad, Clarín no necesita compensar su posición en los 70. Cuando el matutino defendía a Videla y festejaba los logros militares, no lo hacía por miedo, ni por imposición. Reflejaba simplemente la opinión mayoritaria de una sociedad enferma de violencia que no terminaba de asumir a la democracia republicana como remedio a los males. Los blancos y los negros se imponían desde la izquierda y la derecha… y naturalmente Clarín no pudo quedar fuera de esta realidad. La sociedad no estaba preparada para los conflictos ideológicos de aquella época y se sumió en una violencia irracional que aún hoy ha dejado sus secuelas.

Esta es la realidad. No hay que buscar chivos expiatorios en quienes descargar las culpas. Acusar a los militares de todo lo sucedido es una simplificación burda. Responder que los culpables son aquellos que apelaron al terror desde las organizaciones político militares también lo es. Unos y otros se nutrieron de una sociedad que había perdido el rumbo. Y que todavía hoy pagamos las consecuencias de aquella locura. Basta considerar lo que aún hoy tienen que padecer los hijos de la Señora Ernestina Herrera de Noble.

Entiendo que la calificación de “Mancha Negra” a mi amada esposa se inscribe en la misma teoría compensatoria, que funciona como una proyección de culpas erróneamente incorporada en el inconciente colectivo de muchos periodistas. Según mi modesto entender, Cecilia Pando no es ni una mancha negra en medio de un blanquecino corcel de dirigentes, ni un manjar de virtudes en medio de un lodazal. Es simplemente una digna mujer, con sus luces y sus sombras, que tiene la valentía y la honradez de decir públicamente lo que muchos confiesan sólo en la intimidad. ¿Es esto una virtud o una falta? No lo sé, queda a criterio de cada uno… Lo que sí tengo claro es que descalificaciones gratuitas como la escrita por Fioriti nada tienen de la necesaria GRANDEZA PARA SUPERAR EL ESTADO DE CONFRONTACION PERMANENTE, que nos pedía Monseñor Bergoglio en el Tedeum de la Catedral Metropolitana.

Lic Pedro Rafael Mercado
My (R) del Ejército Argentino
Lic. Estrategia y Organización

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