No podía ser de otra manera. Poco a poco la verdad sale a la luz. Más tarde o más temprano, el miedo y la "prudencia mundana" dan lugar al testimonio. Ya lo decía el valiente obispo de Cracovia, Cardenal Stefan Wyszynky:
"La falta más grande del apóstol es el miedo. La falta de fe en el poder del Maestro despierta el miedo; y el miedo oprime el corazón y aprieta la garganta. El apóstol deja entonces de profesar su fe... Los discípulos que abandonaron al Maestro aumentaron el coraje de los verdugos. Quien calla ante los enemigos de una causa los envalentona. El miedo del apóstol es el primer aliado de los enemigos de la causa. Obligar a callar mediante el miedo, eso es lo primero en la estrategia de los impíos... El silencio posee su propia elocuencia apostólica solamente cuando no se retira el rostro ante quien le golpea. Así calló Cristo. Y en esa actitud suya demostró su propia fortaleza. Cristo no se dejó aterrorizar por los hombres. Saliendo al encuentro de la turba, dijo con valentía: Soy Yo."
En esta oportunidad, con mucha alegría y esperanza, damos a conocer una carta que un grupo de 33 sacerdotes le hiceran llegar al Reverendo Padre Christian von Wernich. Ellos no se callan. Han vencido al miedo y dan su testimonio por el nuevo crucificado. A continuación transcribimos la carta:
"Estimado Padre Cristian:
Le enviamos esta carta para que sepa que lo acompañamos solidariamente, con nuestro afecto cordial y nuestra oración, convencidos de que lo que usted está sufriendo es una terrible injusticia. Estamos convencidos de que la persecución que Usted sufre bajo la apariencia de juicio es por el solo hecho de haber servido a Dios y a la Patria con una entrega generosa, como buen sacerdote y argentino cabal.
Como sacerdotes, queremos manifestarnos cercanos a sus padecimientos, aunque desprovistos de medios para aliviar su cruz. Y reparar al menos espiritualmente, el desamparo en que se halla, a semejanza de Cristo en su Pasión.
En efecto, aumenta el dolor de la tribulación el experimentar el vacío de quienes, por su responsabilidad espiritual, deberían dar testimonio de la verdad, manifestando que Usted asumió un servicio delicado y peligroso, pensando no sólo en la vida física, sino en el alma de tantas personas.
Obviamente que una sociedad envilecida y manipulada, cuyos "valores" consisten sólo en el placer y la venganza desenfrenada, es incapaz de entender las exigencias del auténtico amor a toda persona hecha a imagen de Dios: amor que implica que, incluso a quien se ha comportado como enemigo de la patria y de la sociedad, no se le ha de negar el auxilio espiritual, que solo el sacerdote puede dar. Por eso usted estuvo en un difícil puesto de "avanzada" espiritual y no quiso desertar de él.
La necedad y la malicia de quienes han hecho de la agresión un estilo de vida se ven potenciados por la cobardía y la complicidad de quienes están dispuestos a comprar seguridad (su frágil seguridad) al precio de la traición y de la omisión. Pero que el mundo sea sordo al mensaje no exime al testigo de proclamarlo.
Usted es una víctima (en sentido sacerdotal de hostia) de su ministerio. No sólo por las acciones realizadas sino por el silencio a que obliga el sigilo sacerdotal sellando verdades que podrían ser su defensa en los tribunales humanos, si estos estuviesen dispuestos a la justicia y no fueran meros resortes de la venganza.
Le pedimos a Dios que lo bendiga abundantemente y le conceda la gracia de una gran fortaleza, y le recordamos la maravillosa consigna de San Pío de Pietrelcina: Reza, ten fe y no te preocupes".
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